Queridos listeros:Queridos amigos:
Estaba leyendo las entradas sobre este tema, que la verdad no había visto hasta ahora, y me llama mucho la atención que en el libro comentado se cuestione la figura de Antonio Torres en la evolución de la guitarra. No he leído el libro, así que no sé cómo lo argumenta el autor. Quizá el problema de los músicos es que nos fijamos casi exclusivamente en el instrumento que hemos estudiado, olvidándonos de mirar el entorno total de la música.
En mi modesta opinión, los cambios organológicos que va sufriendo la guitarra a lo largo de su historia, son similares a los de otros instrumentos, influenciados no sólo por cuestiones puramente físicas o técnicas, sino también artísticas o estéticas, creándose en muchos casos un círculo en el cual, por una parte los compositores e intérpretes estimulan la labor de luthieres y constructores al crear nuevas necesidades; y por otra los compositores son estimulados al contar con una nueva gama de posibilidades. Quizá el estudio de la guitarra desde el punto de vista organológico está todavía en pañales, así que podemos establecer un paralelismo entre la guitarra y otro instrumento polifónico, por ejemplo el órgano, y nos daremos cuenta de que hay una evolución muy similar en ambos instrumentos.
En el órgano español del S. XVII predominan los registros solistas sobre los fondos, que apenas tienen importancia. Es un instrumento brillante e incisivo en el que la palma se la llevan los registros de lengüetas y la trompetería. A veces resulta problemático para el intérprete destacar una línea melódica sobre un acompañamiento. Progresivamente el colorido tímbrico se va suavizando durante el siglo XVIII; y finalmente llega mediados del S. XIX y aparece el órgano romántico, cuya figura señera (algo así como el Torres del órgano) sería el francés Cavaillé-Coll.
Y todo esto por qué. ¿Por una simple evolución constructiva?. Pues en parte sí, pero también por una cuestión puramente estética e ideológica. La textura predominante en el renacimiento y el barroco es el contrapunto. Todas las voces son igualmente importantes, con lo cual se requiere un instrumento que aporte igualdad y claridad en todo su ámbito. Pero en el S. XIX las necesidades son otras, hay que crear contrastes, claroscuros, ambiguedad. Y esto, con un órgano barroco es imposible. Lo cual no quiere decir que el órgano romántico sea superior, sencillamente las necesidades son otras.
Creo que lo mismo se puede aplicar a la guitarra. La guitarra de la época de Aguado, la Lacôte o cualquier otra, es el vehículo idóneo para que los virtuosos del momento interpreten sus obras brillantes y efectistas, sus valses, rondós... pero llega un momento en que las necesidades son otras, ya hay en el ambiente un perfume de impresionismo prematuro. Y ahí es donde aparece la figura genial de Torres y acierta de pleno con lo que la estética musical del momento demanda, al crear un instrumento con tesituras tímbricas diferenciadas, capaz de dar repuesta adecuada al uso del color de un Tárrega o un Llobet (mirad sus digitaciones).
Pero como una imagen, sonora en este caso, vale más que mil palabras, lo mejor es escuchar las grabaciones de Carles Trepat, y comprenderéis mejor lo que he querido explicar con todo el rollo anterior.
Un saludo.
Es la primera vez que me uno a un foro y desearía hacer una pregunta:
Existió entre los años 1810 y 1855 algún compositor europeo que haya compuesto alguna obra para guitarra y orquesta, aunque fuere orquesta de cámara, o pequeña orquesta?
Muchos saludos.
Darío Montiel