...Extracto de la conferencia pronunciada por Juan José Mantecón con motivo del concierto de presentación de la Orquesta Ibérica de Madrid, dirigida por Germán Lago, celebrado en el Teatro Principal de Zaragoza el 4-6-1932. Ms. dactilografiado que, con signatura M-Doc 221 Man, se conserva en la Biblioteca de la Fundación March de Madrid*:
"...Pero qué clase de música y qué músicos son estos?**
He aquí, señores, una familia de instrumentos en los que se vinculan las más rancias tradiciones del abolengo musical patrio. A través de ellos ha pasado nuestra historia de la música, los sones acordados de nuestros mayores, que han hecho vibrar sus cuerdas como el viento que despeina y hace sonoros los árboles de la selva, que abrevan con sus raíces los jugos que generosa le ofrece esta tierra en que hemos nacido y que llamamos España.
Allí está la guitarra, noya la de los puntos arisca, como clamaba Juan Ruiz, el que fue arcipreste de Hita, sino templada y cantarina en compañía del pueblo sobre la que ha vertido sus penas y alegrías, y si un momento olvidada de nuevo se torna paladín de nuestra música a recorrer el mundo triunfante. Bien lo sabéis, bien la conocéis. Sobre vuestro guitarrico, esa tonada y baile fogoso, cuando no melancólico, y que una tradición quiere que nos venga de aquel muslim Aben Jot, se ha colgado de sus cuerdas y sus hijares.
Allí veréis al que pretenden hacer descendiente del panzudo 'ud' a cuyo compás rimaron los árabes sus 'kasidas' y todas las Zulimas y Zobeidas que se contemplaron en las albercas de la Alhambra penaron de amor que dice el poeta árabe, que no hay compañero más dulce para tales menesteres ni ganzúa que mejor abra el pecho de cristal. El laúd representa todo un momento lleno y fecundo de la historia de la música europea, allende el Pirineo a donde es probable que nosotros lo enviáramos, engendró la escuela que alcanza hasta el propio patriarca de los sonidos Juan Sebastián Bach; la escuela de los lutistas y que aquí se registra en el diez y seis y diez y siete con el castizo nombre de vihuelistas: los Venegas de Henestrosa, los Milanes, los Valderrábanos y Pisador, los Narváez, dejaron en la cifra de sus libros un tesoro maravilloso de los sonidos.
Y ved la bandurria, la mandolina, el bandolín de los decamerones florentinos de las serenatas y las lunas, el alma incisiva y penetrante de las rondallas que rompe la apacible bondad de la noche colmándola de regueros sonoros. Vuestro Ebro bien sabe de estos sones. Sucinta, breve y más entreverada de palabras sentimentalonas, que de folículos atauriques islámicos, es la genealogía que de estos individuos os acabo de dar. No ignoráis que tela hay para muchos sayos. Largo y prolijo sería contaros todas las aventuras que de ellos narran los musicógrafos, pero no quiero abrumaros con una fácil o difícil erudición, que para mayor goce y placer que el de oírme aquí se os congrega.
Sólo quería advertir que los instrumentos con los que la Orquesta Ibérica se integra no son unos advenedizos, y que el verlos aquí reunidos no obedece a un mero capricho o novedad injustificada.
A partir de principios del siglo pasado, ya a finales del diez y ocho, pierden su vigencia, pero la mano del pueblo áspera y nervuda tomolos de las pulidas de damiselas y currutacos, de las hábiles de los maestros duchos, pues por instinto no quiso que se hicieran añicos contra las calles y encrucijadas del olvido. Bien estaban en sus manos, pero algunos pensaron: ¿por qué habían de limitarse a vivir en la era fecunda y laboriosa pero también agria y polvorienta, que así lo dispone el sol y el aire, con exclusión del vergel olvidado y pulido del concierto, donde los mejores jardineros injertan y hacen crecer los macizos de las más perfumadas rosas de la música? ¿Por qué no podían seguir siendo vehículo adecuado para los altos conceptos que los compositores fraguan? Los hombres como Germán Lago, que así pensaban, han querido sacar de su abandono, revalorizar y encauzar las posibilidades de esta flora instrumental, capaz de despertar el taconeo que hierve en la musa de nuestra castiza zarzuela y también el contoneo aparatoso con que se agita el alto coturno que calza la Euterpe sinfónica..."
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* Agradezco a Doña Paz Fernández, Directora de la Biblioteca de la Fundación March, el haberme proporcionado copia de este documento cuyos contenidos son inéditos y se publican aquí bajo la autorización expresa de los herederos de Juan José Mantecón.
** He puntuado y corregido los errores ortográficos del original...