Según palabras de José Ramírez III citadas en su libro "En torno a la Guitarra", él opina que un buen instrumento se consigue por la labor de dos personas: una, el que lo construye, y la otra, el que lo trabaja asiduamente, buscando la belleza del sonido.
Según Ramírez, con independencia de la excelente e indiscutible calidad intrínseca de los violines Stradivarius, y de los posibles "secretos" atribuídos al barniz de estos instrumentos así como al buen hacer y estudios sobre acústica que realizó este formidable luthier, existe, a su modo de ver, otro gran factor, y cito textualmente de su libro:
" ... el trabajo que sobre estos violines realizaron y siguen realizando los mejores violinistas del mundo, obteniendo de ellos, a través de los siglos, los sonidos más bellos y con perfecta afinación, que han creado un sedimento o solera de sonido por las muy buenas y educadas vibraciones en instrumentos ya de por sí magníficos."
A modo de "ejemplo" cita el propio Ramírez, el caso de un Stradivarius, llamado "El Mesias" que un rico e imporante personaje húngaro, contemporáneo de Stradivarius encargó para tenerlo en su colección de obras de arte, y no para tocarlo, pues no sabía. Instrumento que pasó como patrimonio familiar (en la vitrina de palacio) por diversos herederos, hasta que a finales del siglo XIX, su último propietario, personaje con muy buenas relaciones en la alta sociedad parisina, dijo que tenía un Stradivarius en su palacio de Hungría. Se organizó un gran revuelo y le hicieron prometer que al año siguiente lo traería a París para presentarlo y organizar una gran fiesta en su entorno.
Al año siguiente se le olvidó traerlo. Y también en los siguientes y sucesivos, por lo que sus amistades empezaron a gastar bromas sobre el famoso violín e incluso cuestionar su existencia, puesto que no llegaba nunca. (De ahí el nombre de El Mesías con que se bautizó el violín).
Finalmente y tras años de olvido, el húngaro se acordó de llevar el violín a París, preparándose una gran fiesta a la que fueron invitados los mejores violinistas del momento, tanto de París como de fuera. Previamente se llevó el instrumento al mejor luthier de París para cambiar el montaje del mango, diapasón y puente antiguos, por el moderno, un poco más alto.
Así se presentó El Mesías en sociedad, con todos los honores, Fue probado hasta la saciedad por grandes artistas, y hubo un poco de desilusión. Era, en efecto, un magnífico violín, pero no alcanzaba a la excepcional sonoridad de sus hermanos.
Como Stradivarius, junto con Guarnerius, fueron los mejores luthiers de finales del siglo XVII y principios del XVIII, precisamente en la época en la que el violón empezaba su gloriosa ascendencia musical, con magníficos violonistas, éstos, naturalmente adquirieron sus instrumentos de estos dos constructores, y desde este momento pasaron de mano en mano hasta la actualidad, por las de los mejores artistas, que engrandecieron su sonido.
El pobre Mesías se quedó sin este privilegio.