Queridos amigos,
En los últimos minutos de 2009 no se me ocurrió mejor ocupación que compartir con vosotros un escrito de Martínez Villergas en el que se daba cuenta de la presencia de nuestro instrumento en una tertulia. Allí se mencionaban los estudios de Aguado en manos de distinguidas mocitas.
Gracias a Miguel Ángel García, que me ha señalado la situación de este libro en Google books convenientemente digitalizado, acabo de releer, en un escrito de Don Ramón de Mesonero Romanos, una divertida sátira de la participación de la guitarra en esas tertulias. Se escribió en 1833 y esta vez el mencionado, en aras del de la sin par habilidad del concertista, no es Aguado sino nuestro querido Sor. Aunque lo divertido aquí no es la mención de Sor sino la retranca de Mesonero. El narrador se encuentra participando en una tertulia y...
En los últimos minutos de 2009 no se me ocurrió mejor ocupación que compartir con vosotros un escrito de Martínez Villergas en el que se daba cuenta de la presencia de nuestro instrumento en una tertulia. Allí se mencionaban los estudios de Aguado en manos de distinguidas mocitas.
Gracias a Miguel Ángel García, que me ha señalado la situación de este libro en Google books convenientemente digitalizado, acabo de releer, en un escrito de Don Ramón de Mesonero Romanos, una divertida sátira de la participación de la guitarra en esas tertulias. Se escribió en 1833 y esta vez el mencionado, en aras del de la sin par habilidad del concertista, no es Aguado sino nuestro querido Sor. Aunque lo divertido aquí no es la mención de Sor sino la retranca de Mesonero. El narrador se encuentra participando en una tertulia y...
Por último, nuestra inocente conversación se convirtió en amarga sátira, y esto empezó a desagradarme, tanto mas, cuanto que públicamente acababa de aceptar la propuesta de doña Dorotea de presentarme aquella noche en casa de la baronesa de... por lo cual no dejaron de darme broma.
Aquella nube desapareció sin embargo muy luego, y la calma volvió a restablecerse, con lo cual, y con unos cuantos juegos de prendas, cuyo único interés consistía en decirse secretos al oído, tornó á renacer la alegría y el contento en todos los corazones.
Mas para que se vea que no hay dicha en este bajo mundo sin su poco de azar, por qué tanto una de las viejas hubo de tener la mala tentación de invitar a cierto Don Calisto (de menguada memoria) a que luciese un poco sus habilidades á la guitarra; y hé aquí a toda la sociedad pendiente de aquellas mal templadas cuerdas y peor dirigidos dedos, y aguzando los oídos para no perder un punto de aquella maravilla.
El nuevo Sor ocupó media hora larga en retocar las clavijas, probar bordones y saltar primas, de las cuales por dicha fue á parar una á los ojos de la vieja, su apasionada, entre la mal reprimida risa de todos los circunstantes; después nos obsequió con tres escalas en sol y una en fa, cuatro arpegios, y tres ejercicios de mano izquierda; hasta que colocándose bien en la silla, y marcando con el pie los compasas, improvisó un walls del Barbero de Sevilla, otro conocido por el de las fraguas en la Pata de Cabra, y un rondó obligado (música del celebre maestro Paquete) capaz de arrancar lágrimas de desesperación; pero subió de todo punto nuestro entusiasmo, cuando después de otro repique general de clavijas, y de dos ó tres hondas toses, entregó su voz al viento con unas seguidillas intermediadas de matraca, y luego, pasando al estilo patético, en las dos canciones de «Horror me da el día» y «La sombra de la noche», acabó de arrancar largos y pronunciados aplausos de manos y pies.
Aquella nube desapareció sin embargo muy luego, y la calma volvió a restablecerse, con lo cual, y con unos cuantos juegos de prendas, cuyo único interés consistía en decirse secretos al oído, tornó á renacer la alegría y el contento en todos los corazones.
Mas para que se vea que no hay dicha en este bajo mundo sin su poco de azar, por qué tanto una de las viejas hubo de tener la mala tentación de invitar a cierto Don Calisto (de menguada memoria) a que luciese un poco sus habilidades á la guitarra; y hé aquí a toda la sociedad pendiente de aquellas mal templadas cuerdas y peor dirigidos dedos, y aguzando los oídos para no perder un punto de aquella maravilla.
El nuevo Sor ocupó media hora larga en retocar las clavijas, probar bordones y saltar primas, de las cuales por dicha fue á parar una á los ojos de la vieja, su apasionada, entre la mal reprimida risa de todos los circunstantes; después nos obsequió con tres escalas en sol y una en fa, cuatro arpegios, y tres ejercicios de mano izquierda; hasta que colocándose bien en la silla, y marcando con el pie los compasas, improvisó un walls del Barbero de Sevilla, otro conocido por el de las fraguas en la Pata de Cabra, y un rondó obligado (música del celebre maestro Paquete) capaz de arrancar lágrimas de desesperación; pero subió de todo punto nuestro entusiasmo, cuando después de otro repique general de clavijas, y de dos ó tres hondas toses, entregó su voz al viento con unas seguidillas intermediadas de matraca, y luego, pasando al estilo patético, en las dos canciones de «Horror me da el día» y «La sombra de la noche», acabó de arrancar largos y pronunciados aplausos de manos y pies.