Sr. Rodríguez:
La paciencia tiene un límite. Y donde usted ve simples “bulos”, yo veo, en cambio, acusaciones muy graves, todas ellas por lo demás infundadas. Sencillamente, nadie puede acusar a una persona de “racista”, de “hablar mal de otras mientras que éstas hablaban bien de él”, incluso de destruir “partituras” (¡y todo esto se ha afirmado en este foro!) sin atenerse a las consecuencias que sus acusaciones pueden provocar: dialécticas o legales de ser preciso (vaya esto último como aviso a quien quiera darse por aludido). Y mi deber es, respecto de mi padre, dejar las cosas claras. Hasta el presente, lo he hecho con argumentos. Y, por supuesto, esa continuará siendo mi línea de intervención en guitarra.artelinkado.com. Tanto más cuando se trate de posibles discrepancias (como, por ejemplo, la que usted y yo mantuvimos el pasado mes acerca de las relaciones de mi padre con la cultura oficial del franquismo). En cuanto a las críticas de las que mi padre pueda ser objeto en el plano estrictamente musical, las he respetado, las respeto y las respetaré siempre, como es por otra parte lógico. Sin embargo, la actitud del Sr. Ramos raya ya la ofensa bordeando la calumnia. Y la respuesta a una y otra no puede ser, de mi parte, distinta a la que ha sido. Continuaré pues lamentando que, caso de volver a intervenir en este foro, incumpla su decisión de retirarse del mismo. Respecto de su proclividad al sensacionalismo, ahí están sus propias palabras, bien inequívocas de suyo y elocuentes acerca de cuáles son sus intenciones y su proceder intelectual, que, así las cosas, no puede estimarse más que una autocomplaciente farsa. ¿No lo son también sus respuestas, en las que desvía el problema hacia la susceptibilidad del lector, adoptando un tono cínico y, a la vez, herido? (¡revise usted por favor sus mensajes!) En cuanto a su voluntad por “limpiar” los argumentos ajenos, es nuevamente él, y sin rubor alguno tampoco en este caso, quien nos ilustra sobre su talante, ¡a la par que nos recomienda a todos humildad! En fin, quizá tales expresiones y otras afines le parezcan a usted menos incisivas que las mías. Así debe ser, dado que estima usted éstas infinitamente más reprobables que las realizadas por el Sr. Ramos. Está usted, sin duda alguna, en su derecho. Pero también yo en el mío de hacer uso del lenguaje en los términos que juzgue, en cada caso, más oportunos. Ahora bien, no creo haber discutido hasta aquí más que las ideas y aseveraciones (de una naturaleza u otra) del Sr. Ramos, que, intelectualmente, no me merecen el más mínimo respeto (¡éste hay también que ganárselo!). Como persona (o “humanamente”, como diría usted), el Sr. Ramos me trae, más simplemente, sin cuidado (como, espero, probablemente yo a él). Así que sólo haré mía su llamada de atención, y la consideraré en consecuencia pertinente, cuando realmente sea el caso. Y otro tanto he de decir respecto de la invitación a la mesura del Sr. Porras. La discusión intelectual no es necesariamente siempre, señores míos, un campo de lirios.
Cordialmente,
C.A.S.