Gran_adino
Socio de la AGA
No crean mis pacientes lectores que los cantaores
antiguos cantaban siempre a palo seco (sin guitarra). Lo
que ocurría, según me contaba mi abuelo materno, que
fue condiscípulo de Silverio y popularísimo en toda
Andalucía con su nombre de Fernando Gómez el Cachinero, era
que escaseaban mucho los guitarristas, y en el primer
tercio del siglo pasado, los pocos que había eran muy
cortos tocando, y ni siquiera se conocía la cejilla en
la guitarra, por lo cual todos los cantaores tenían
que cantar por arriba (mi) o por medio (la), únicos
tonos que conocían los guitarristas por flamenco de
aquella época.
Este detalle, según lógica
consecuencia, sería el motivo de que la mayoría de los
cantaores procuraran la voz ronca, pues estas voces, muy
parecidas en entonación, se defienden más con la guitarra
que las voces claras. Para éstas, la mayoría de las
veces había que subir o bajar la guitarra de tono, para
darle más facilidades al cantaor, que de milagro
cantaba a tono, como no fuera realizando un supremo
esfuerzo, capaz de enronquecer la voz más limpia, y aunque
parezca que no, me consta que las voces roncas se dominan
con más facilidad, además de que el cantaor no se
pone ronco, puesto que así principia.
Estos defectos empezaron a corregirse atando un palito entre los
trastes de la guitarra, y así empezaron a cantar los
cantaores con más facilidad, puesto que la voz podía
ponerse a tono con el instrumento, gracias a la primitiva
cejilla.
La historia dice que el primer café cantante
establecido en Sevilla lo fue en el año 1842, en la calle de
los Lombardos; pero como yo no hablo más que de
historia vivida por mí, paso por alto todos los cafés
intermedios hasta llegar al café de los Cagajones,
establecido en la plaza de la Paja, y el café de la calle de
Triperas (hoy Velázquez), cuyo escenario era una tarima de
una cuarta de altura sobre el suelo. Estos
espectáculos fueron campo de acción para estos primeros
guitarristas, ya modernizados: el maestro Patiño y Antonio
Pérez. El primero decía que la guitarra se había hecho
"pa acompañá ar cantaó" (textual), y eso fue lo que
hizo como nadie; el segundo acompañaba muy bien el
cante y extraordinariamente bien el baile.
Como quiera que estos cafés no tuvieran larga vida, al cerrar
sus puertas, Patiño se marchó a Cádiz, de donde era
natural, y Pérez quedó en Sevilla, dedicándose ambos a dar
lecciones, hasta lograr, como lo lograron, sacar discípulos.
Entre ellos surgieron verdaderas lumbreras, y sobre
todos, Francisco Sánchez (Paco el Barbero), discípulo de
Patiño, que aventajó al profesor en ejecución y cuidó
mucho del acompañamiento.
(Continúa)
FERNANDO EL DE TRIANA - "Arte y artistas flamencos"
(1935)
antiguos cantaban siempre a palo seco (sin guitarra). Lo
que ocurría, según me contaba mi abuelo materno, que
fue condiscípulo de Silverio y popularísimo en toda
Andalucía con su nombre de Fernando Gómez el Cachinero, era
que escaseaban mucho los guitarristas, y en el primer
tercio del siglo pasado, los pocos que había eran muy
cortos tocando, y ni siquiera se conocía la cejilla en
la guitarra, por lo cual todos los cantaores tenían
que cantar por arriba (mi) o por medio (la), únicos
tonos que conocían los guitarristas por flamenco de
aquella época.
Este detalle, según lógica
consecuencia, sería el motivo de que la mayoría de los
cantaores procuraran la voz ronca, pues estas voces, muy
parecidas en entonación, se defienden más con la guitarra
que las voces claras. Para éstas, la mayoría de las
veces había que subir o bajar la guitarra de tono, para
darle más facilidades al cantaor, que de milagro
cantaba a tono, como no fuera realizando un supremo
esfuerzo, capaz de enronquecer la voz más limpia, y aunque
parezca que no, me consta que las voces roncas se dominan
con más facilidad, además de que el cantaor no se
pone ronco, puesto que así principia.
Estos defectos empezaron a corregirse atando un palito entre los
trastes de la guitarra, y así empezaron a cantar los
cantaores con más facilidad, puesto que la voz podía
ponerse a tono con el instrumento, gracias a la primitiva
cejilla.
La historia dice que el primer café cantante
establecido en Sevilla lo fue en el año 1842, en la calle de
los Lombardos; pero como yo no hablo más que de
historia vivida por mí, paso por alto todos los cafés
intermedios hasta llegar al café de los Cagajones,
establecido en la plaza de la Paja, y el café de la calle de
Triperas (hoy Velázquez), cuyo escenario era una tarima de
una cuarta de altura sobre el suelo. Estos
espectáculos fueron campo de acción para estos primeros
guitarristas, ya modernizados: el maestro Patiño y Antonio
Pérez. El primero decía que la guitarra se había hecho
"pa acompañá ar cantaó" (textual), y eso fue lo que
hizo como nadie; el segundo acompañaba muy bien el
cante y extraordinariamente bien el baile.
Como quiera que estos cafés no tuvieran larga vida, al cerrar
sus puertas, Patiño se marchó a Cádiz, de donde era
natural, y Pérez quedó en Sevilla, dedicándose ambos a dar
lecciones, hasta lograr, como lo lograron, sacar discípulos.
Entre ellos surgieron verdaderas lumbreras, y sobre
todos, Francisco Sánchez (Paco el Barbero), discípulo de
Patiño, que aventajó al profesor en ejecución y cuidó
mucho del acompañamiento.
(Continúa)
FERNANDO EL DE TRIANA - "Arte y artistas flamencos"
(1935)