Re: Barniz
Hola amigos:
Me encanta que os haya intrigado lo del término “rebotona”. En realidad es un término antiguo muy utilizado por la “guitarrería castiza”. Es una lástima que el uso de estas palabras se vaya perdiendo, porque muchas veces en una sola de ellas podía encerrarse toda la explicación de un concepto. En flamenco correspondería a una guitarra “saltona”.
Las maderas de una guitarra son materia viva que se rigen por el principio de correspondencia. Es decir, son capaces de recibir y de dar. Reciben estímulos, excitaciones y devuelven sonidos. Pero además son muy generosas y los devuelven amplificados. Y no sólo las vibraciones que les llegan por transmisión material (a través de cuerdas, puente, barras armónicas, aros, barras de refuerzo del fondo, el propio fondo o incluso a través del mástil y el zoque), sino incluso aquellas vibraciones que les llegan por transmisión aérea.
En mi habitación de invierno tengo colgados varios instrumentos de cuerda. Dos buenas guitarras (una clásica de 1888 y una flamenca del 70), un timple, un ukelele alto y un buen violín, todos ellos afinados a conjunto. Y sucede que durante la noche, cuando mi señora o yo tosemos, estornudamos o decimos algo en voz alta, allí suenan todos los armónicos del mundo. Es decir, que el estímulo de un pequeño sonido es capaz de impregnar por vía aérea aquellas maderas silenciosas, que entran en resonancia generando una vibración capaz de excitar las cuerdas, y a su vez amplificar esa nueva vibración generada por ellas hasta “hacerse oir”. Ello es posible porque se trata de buenos instrumentos capaces de absorber parte de las ondas generadas por aquella tos nada melódica, hacerlas suyas, digerirlas por así decirlo, y devolverlas amplificadas en forma de un sonido armónico.
Sin embargo, ¿qué sucede cuando hablamos en una cocina vacía y sin muebles, alicatada hasta el techo y con éste pintado al barniz o con un estucado veneciano?, pues que el sonido rebota por todas partes, amplificándose localmente de una manera exagerada y molesta, mientras desde el pasillo o desde la habitación de al lado apenas lo oímos. Es lo que sucede en la caja de una guitarra con el interior muy barnizado: que nos devuelve el sonido con una gran rapidez, con dureza y sin amplificación. Es como una pared cuando le tiramos una pelota de goma maciza y prensada, que nos la devuelve a más velocidad de la que nosotros la lanzamos, pero nos devuelve eso, una pelota dura, en lugar de devolvernos un bello balón de playa.
Los instrumentos hay que dejarlos bien terminados, bien lijados, según los secretos de la luthiería, y a lo sumo con una imprimación en la que podemos disolver unas gotas de esencia de alcanfor o de ciprés, para evitar que aniden las polillas. Y nada más. Dejemos que la madera absorba, digiera y devuelva multiplicado por mil.
Saludos.