Ramillete de mis flores preferidas

Julio Gimeno

Administrator
Queridos amigos,

El guitarrista argentino Sergio Moldavsky acaba de publicar un CD titulado "Ramillete de mis flores preferidas" con obras de Giuliani (la op. 46, cuyo título da nombre al CD), Gragnani ("Obertura", de la Sonata sentimentale, op. 15), Mertz (Agathe), Tárrega (estudios), Chopin (transcripciones de Tárrega), del propio intérprete (Dos piezas líricas) y del usuario y colaborador de nuestro foro, Fabio Caputo.

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De Fabio Caputo, Moldavsky ha grabado una Schubertiana de más de 18 minutos de duración, una obra construida a la manera de las Rossiniane de Giuliani, pero -claro está- engarzando y desarrollando temas de Franz Schubert. Quizá Fabio quiera pasarse por el foro y explicarnos algo más sobre la génesis de esta obra.

Puedes ver la portada a mayor tamaño, aquí.
 
Re: Schubertiana

Muchas gracias, querido Julio.

El profesor Julio Gimeno, con su enorme amabilidad de siempre, me da lugar para extenderme sobre mi Schubertiana, que ha grabado el maestro Sergio Moldavsky de manera espléndida. Durante algún tiempo, he hilado algunos conceptos sobre el tema, que compartiré con ustedes a continuación.

Las primeras ideas para la obra surgieron hace unos 20 años, aún antes de que comenzara a componer activamente, escuchando el primer movimiento de la Sinfonía N° 9, subtitulada con justicia “La grande”. Mi amor desde siempre por la música de Schubert me hizo pensar en cuánto placer supondría poder interpretarla en la guitarra, pero no como una mera transcripción del pensamiento pianístico, camarístico u orquestal de Schubert, tarea de por sí imposible, sino respetando los principios básicos de la guitarra y la belleza natural de sus celestiales melodías. Lo que primero me pareció que sería un par de temas con variaciones fue comenzando a tomar forma con el tiempo, porque eran muchos los motivos que quería incorporar, y por otro lado, no todos pasibles de ser variados. El excelente y divino tratamiento que Giuliani había hecho de la música de Rossini en sus grandiosas Rossinianas me terminó de decidir que ese era el sendero a seguir.

He intentado seguir los postulados que Giuliani estableció en sus Rossinianas, particularmente en la N° 1, cuya forma musical me parece sencillamente perfecta, y también en cierta medida darle el carácter rítmico de una sonata clásica en cuatro movimientos “Allegro – Adagio – Andante – Allegro (presto)”. La obra comienza con una larga introducción en tono elegíaco (do menor) en la cual trato de invocar y honrar al espíritu de Schubert para que dicte los pasos de la obra. Los conocedores de la obra de Schubert encontrarán allí varias referencias al Quinteto “La trucha” y a la Sinfonía N° 9 “La grande”. Aparecen las variaciones sobre el tema principal del primer movimiento de la Sinfonía “La grande”, que se enlaza luego con variaciones sobre “La muerte y la doncella”, un tema dramático y emocionante de por sí. Un puente juguetón y ligero sobre temas del último movimiento del Quinteto “La trucha”, a la manera de un scherzino, conduce a un punto central con variaciones sobre el tema de la música de ballet de “Rosamunda”. Estas finalizan con una brillante coda intermedia, en el estilo que era tan caro a Giuliani (y tan caro a mí también), que va llevando el ánimo “in crescendo” hacia el gran final: una síntesis personal sobre temas de la Fantasía “El caminante”, cuya fuerza y emoción jamás podría haberlas logrado yo si no estuvieran ya plasmadas por Schubert. Si bien en toda la obra puse muchas cosas de mi cosecha, este gran final se debe casi exclusivamente al genio de Schubert, pues transcribí fielmente las notas de su fantasía. Como suelo decir: “No se puede ser tan grande”: no se puede superar lo insuperable: cuando a alguien como Schubert le es dado captar e interpretar el pensamiento de Dios, no se puede llegar más alto; uno debe simplemente arrodillarse y llorar emocionado con reverencia, intentar modificar aún una sola nota de eso debe considerarse un sacrilegio.

Componer la Schubertiana fue un acto de amor, un desafío personal y una necesidad espiritual intensa. Es sin lugar a dudas una obra pretenciosa, pero no en el sentido de que ubique a su autor entre aquellos a ser dignamente considerados "compositores del instrumento", un título demasiado grande. Es pretenciosa en su afán de trasladar o reflejar la música de Schubert en la guitarra, de forma que quienes la toquen o escuchen puedan llegar a sentir la emoción de un Schubert redivivo por intermedio de sus celestiales melodías en un instrumento para el que Schubert no compuso. Y es pretenciosa en su duración y concepción: es una obra de concierto, técnicamente difícil, corriendo el riesgo de una duración inusual para los intérpretes y el público actuales. Está compuesta para un intérprete avezado. No pude evitar pensar en ocasiones, que la obra sólo fuera soportable por fanáticos de Schubert como yo, pero las expresiones que he recibido del público y de los intérpretes en general desde su estreno me han disuadido de esta idea y he llegado a la conclusión de que mucha gente se deleitará al escucharla. Y como intérprete, puedo atestiguar que ese goce es también del ejecutante, al sentir la música del divino Schubert salir de los propios dedos pulsando las cuerdas. Como escribió el gran poeta Jorge Vocos Lescano en un soneto acerca de Brahms: “que si no es esto, Dios sabrá lo que es el paraíso”, totalmente aplicable por extensión a Schubert. Esta mi ofrenda para ustedes.

Agradeciéndoles la atención y la oportunidad para expresarme en este foro tan prestigioso y educativo, aprovecho también la ocasión para enviarles un saludo muy cordial desde Buenos Aires.

Fabio Caputo Rey
 
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