José Luis Lopategui in memoriam

josep

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El 6 de marzo de 2002 murió José Luis Lopategui, concertista y catedrático de guitarra y música de cámara en el Conservatorio Superior Municipal de Música de Barcelona.

lopategui1.jpg

El golpe, que resultó duro e inesperado, no impidió que al cabo de medio año naciera la Asociación Musical y Cultural José Luis Lopategui (amc_lopategui@yahoo.es), que se fundaba con la intención de continuar y perpetuar su labor. Una labor que se basaba –sobretodo– en una premisa: creer (y hacer creer, a base de demostrarlo) que la guitarra es un instrumento de primera línea, al que se puede exigir el mismo refinamiento que el que se exige a cualquier instrumento sinfónico. Esto, que ahora puede parecer una obviedad, 40 años atrás probablemente no lo era. De ahí que José Luis Lopategui insistiera hasta la saciedad en la pulcritud del sonido, en el control exhaustivo de la pulsación, en la ergonomía de la posición o en la nitidez técnica (para desesperación –muchas veces– de unos alumnos que, llegado el momento de cursar los estudios superiores, se veían obligados a reempezar –que no a empezar– de cero; a “reciclarse”, como decía él mismo: a hacer nuevamente el ciclo). Esta disciplina casi ascética no era gratuita: más allá de ser un requisito técnico era –visto con la perspectiva que da el tiempo– una invitación a la reflexión. Al autoconocimiento y al autoanálisis. A la parada en el camino para hacer un minucioso estudio de aquello que –por dar por sentado-– se puede acabar desatendiendo. De aquello más fundamental para un músico: el sonido y el movimiento que lleva a obtenerlo.

La “manía” lopateguiana por esta pulcritud –como él mismo reconocía-– derivaba probablemente de su formación como ingeniero, pero sobretodo de las horas compartidas con quien fuera, más que su maestro, su amigo: Narciso Yepes. Fue esta relación tan fecunda lo que permitió a Lopategui observar de forma privilegiada el estudio y la técnica natural de quien ha sido uno de los talentos interpretativos más dotados del siglo XX, llegando a codificar, así, con rigor científico, aquello que Yepes hacía espontáneamente. Fruto de esta observación y de su consiguiente elaboración, no solo derivó su carrera concertística (tocando la guitarra de 10 cuerdas que Yepes había impulsado), sino sobretodo su legado pedagógico, plasmado en varias publicaciones y centrado principalmente en las clases impartidas en el CSMMB y en los Cursos Internacionales de Guitarra José Luis Lopategui, así como en seminarios a lo largo de la geografía española, europea y norteamericana.

Sin embargo, sus clases no eran un compendio de instrucciones para corregir problemas técnicos y obtener con éxito las necesarias destrezas mecánicas (que tenía sistematizadas y analizadas hasta el más mínimo detalle). Por supuesto que transmitía estos conocimientos (así como el amor por la música antigua, de la cual hizo múltiples transcripciones gracias a su contacto con Emili Pujol, y el interés por la música contemporánea, patente en algunas de sus grabaciones), pero sus clases normalmente consistían en inacabables conversaciones alrededor de cualquier idea. Porque más que el tema mismo, lo que primaba José Luis Lopategui era el hecho mismo de la conversación.

Y ésta era una de las grandes virtudes de José Luis Lopategui: creer –con una fe ciega– en el arte de la conversación. Creer que es en el diálogo y en la palabra donde las personas se realizan como tales. Porque en el diálogo (en el verdadero diálogo) subyace la predisposición de la escucha. Y eso significa estar abierto a aceptar los cambios que resulten de acoger las palabras que se ha estado dispuesto a escuchar. Unos cambios que –según el Katsugen, que practicaba e invitaba a practicar– están en la base misma del movimiento, considerando que el movimiento es aquello de más propio que tiene la vida.

Por eso, más allá de las cuestiones puramente guitarrísticas y musicales, lo más importante que nos dejó –a juicio de muchos– José Luis Lopategui es algo que es totalmente intangible: una forma de entender la vida; una concepción del mundo. Una concepción del mundo que no viene dada, sino que se trabaja día a día, que nace como fruto de los aciertos y los errores, y que va ligada a la contradicción (a la aceptación de lo que viene en contra, pues; a la aceptación del cambio). Una concepción del mundo que es dinámica y que incita a la búsqueda permanente, porque se entiende como un acto de continua relación con aquello que nos rodea. De ahí que José Luis Lopategui primase la música de cámara (la relación con otros músicos) en su faceta de intérprete, y que se dedicara en cuerpo y alma a la pedagogía (la relación con los alumnos). A una pedagogía a través de la cual no sólo transmitía el amor por aquello que enseñaba, sino que transmitía el amor del enseñar mismo.

Por eso cuando ahora, a años de distancia, en una clase o en un ensayo, a uno le sale una expresión o un gesto de José Luis, en la cara asoma una especie de sonrisa, con un escalofrío y media lágrima. Y con la media lágrima que queda dentro, en el escalofrío y la especie de sonrisa, uno se da cuenta de que José Luis Lopategui, más que profesor o guitarrista, fue maestro.


Josep Barcons Palau
 
Última edición:
Hola a todos!!!
Bueno me ha causado una gran sorpresa leer este artículo sobre Jose Luis Lopategui ya q habia escuchado que por estos meses habia fallecido....
Me entero por ustedes q fué en 2002 y eso me ha causado aún mas un sabor amargo ya q alguna vez lo conoci y había quedado una linda realción q despues por diferentes motivos ajenos a nosotros fué distanciandose debido a q vivimos muy lejos y a las actividades de cada uno de nosotros.

Desearía saber si hay grabaciones de estudio o en vivo de este guitarrista alumno de Yepes.Agradeceria vuestra ayuda
Sin mas y saludandolos muy afectuosamente me despido de ustedes

arturo zeballos
pergamino-argentina
 
Curiosamente de una biblioteca de Barcelona he tomado un disco prestado "José Luis Lopátegui. Obres de M. Llobet, F. Sors, , F. Tárrega i E. Pujol".

Es el primer trabajo discográfico que realizado José Luis, grabado en Poble Nou (Barcelona) en el año 1969. El disco pertenece a la colección "Antología històrica de la música catalana", de la que puede leerse más información aquí.
 
El 6 de marzo de 2002 murió José Luis Lopategui, concertista y catedrático de guitarra y música de cámara en el Conservatorio Superior Municipal de Música de Barcelona.

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El golpe, que resultó duro e inesperado, no impidió que al cabo de medio año naciera la Asociación Musical y Cultural José Luis Lopategui (amc_lopategui@yahoo.es), que se fundaba con la intención de continuar y perpetuar su labor. Una labor que se basaba –sobretodo– en una premisa: creer (y hacer creer, a base de demostrarlo) que la guitarra es un instrumento de primera línea, al que se puede exigir el mismo refinamiento que el que se exige a cualquier instrumento sinfónico. Esto, que ahora puede parecer una obviedad, 40 años atrás probablemente no lo era. De ahí que José Luis Lopategui insistiera hasta la saciedad en la pulcritud del sonido, en el control exhaustivo de la pulsación, en la ergonomía de la posición o en la nitidez técnica (para desesperación –muchas veces– de unos alumnos que, llegado el momento de cursar los estudios superiores, se veían obligados a reempezar –que no a empezar– de cero; a “reciclarse”, como decía él mismo: a hacer nuevamente el ciclo). Esta disciplina casi ascética no era gratuita: más allá de ser un requisito técnico era –visto con la perspectiva que da el tiempo– una invitación a la reflexión. Al autoconocimiento y al autoanálisis. A la parada en el camino para hacer un minucioso estudio de aquello que –por dar por sentado-– se puede acabar desatendiendo. De aquello más fundamental para un músico: el sonido y el movimiento que lleva a obtenerlo.

La “manía” lopateguiana por esta pulcritud –como él mismo reconocía-– derivaba probablemente de su formación como ingeniero, pero sobretodo de las horas compartidas con quien fuera, más que su maestro, su amigo: Narciso Yepes. Fue esta relación tan fecunda lo que permitió a Lopategui observar de forma privilegiada el estudio y la técnica natural de quien ha sido uno de los talentos interpretativos más dotados del siglo XX, llegando a codificar, así, con rigor científico, aquello que Yepes hacía espontáneamente. Fruto de esta observación y de su consiguiente elaboración, no solo derivó su carrera concertística (tocando la guitarra de 10 cuerdas que Yepes había impulsado), sino sobretodo su legado pedagógico, plasmado en varias publicaciones y centrado principalmente en las clases impartidas en el CSMMB y en los Cursos Internacionales de Guitarra José Luis Lopategui, así como en seminarios a lo largo de la geografía española, europea y norteamericana.

Sin embargo, sus clases no eran un compendio de instrucciones para corregir problemas técnicos y obtener con éxito las necesarias destrezas mecánicas (que tenía sistematizadas y analizadas hasta el más mínimo detalle). Por supuesto que transmitía estos conocimientos (así como el amor por la música antigua, de la cual hizo múltiples transcripciones gracias a su contacto con Emili Pujol, y el interés por la música contemporánea, patente en algunas de sus grabaciones), pero sus clases normalmente consistían en inacabables conversaciones alrededor de cualquier idea. Porque más que el tema mismo, lo que primaba José Luis Lopategui era el hecho mismo de la conversación.

Y ésta era una de las grandes virtudes de José Luis Lopategui: creer –con una fe ciega– en el arte de la conversación. Creer que es en el diálogo y en la palabra donde las personas se realizan como tales. Porque en el diálogo (en el verdadero diálogo) subyace la predisposición de la escucha. Y eso significa estar abierto a aceptar los cambios que resulten de acoger las palabras que se ha estado dispuesto a escuchar. Unos cambios que –según el Katsugen, que practicaba e invitaba a practicar– están en la base misma del movimiento, considerando que el movimiento es aquello de más propio que tiene la vida.

Por eso, más allá de las cuestiones puramente guitarrísticas y musicales, lo más importante que nos dejó –a juicio de muchos– José Luis Lopategui es algo que es totalmente intangible: una forma de entender la vida; una concepción del mundo. Una concepción del mundo que no viene dada, sino que se trabaja día a día, que nace como fruto de los aciertos y los errores, y que va ligada a la contradicción (a la aceptación de lo que viene en contra, pues; a la aceptación del cambio). Una concepción del mundo que es dinámica y que incita a la búsqueda permanente, porque se entiende como un acto de continua relación con aquello que nos rodea. De ahí que José Luis Lopategui primase la música de cámara (la relación con otros músicos) en su faceta de intérprete, y que se dedicara en cuerpo y alma a la pedagogía (la relación con los alumnos). A una pedagogía a través de la cual no sólo transmitía el amor por aquello que enseñaba, sino que transmitía el amor del enseñar mismo.

Por eso cuando ahora, a años de distancia, en una clase o en un ensayo, a uno le sale una expresión o un gesto de José Luis, en la cara asoma una especie de sonrisa, con un escalofrío y media lágrima. Y con la media lágrima que queda dentro, en el escalofrío y la especie de sonrisa, uno se da cuenta de que José Luis Lopategui, más que profesor o guitarrista, fue maestro.


Josep Barcons Palau
Gracias por sus palabras. Yo fui, a mediados de los años 70, alumno de José Luis. Es la medida más certera de lo que era para nosotros el hueco que ha dejado. El trobo a faltar tant. Era bueno. En su critica a uno (y más de una vez fui el blanco) transmitía un calor y respeto por lo que uno pudiera llegar a ser. Hoy me he imaginado ante él, creyendo que tal o cual pieza que toco le gusta, que en ella se transparentan lecciones suyas. Hasta creído ver su sonrisa. Otra vez, gracias por esta oportunidad de revivir memorias tan gratas e íntimas.
 
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