Gracias, Victor. ¿Qué es lo mismo?
Hay dos cosas que no comparto. Manuel aprendió de José I (este aprendió de Francisco González que a su vez, algunos dicen, viene de la escuela francesa) , con lo cual alguna influencia debió de quedar aunque, como pasa con cualquier guitarrero, cuando se independiza de su maestro sigue los caminos que su ingenio le indica. Eso es lógico porque, además, se busca la diferenciación con quien le enseñó para crear su propio estilo. Parte de Manuel se fue con Santos, aunque este desarrolló, a su vez, la personal forma de sus maravillosas guitarras. Si algo he aprendido con el tiempo es a escuchar y aprender de mis maestros, no negar nunca mis orígenes porque, posiblemente, parte de mis acciones vienen dadas por haber aprendido con ese maestro y no con otro. Luego está el desarrollo personal de ese conocimiento que, evidentemente, sigue caminos ya no controlados por esos inicios.
Por otro lado, evidentemente, no todas las guitarras construídas para Segovia fueron construídas por las manos de mi abuelo, pero sí a partir de su pensamiento. Tim Miklaucic es nuestro distribuidor en Estados Unidos, le pediré que me envíe una copia de ese artículo escrito en un momento puntual ( en esos años fue su preferida, pero hubo más, muchas más). Hubo más años entre medias, más guitarras, hechas por oficiales de Ramírez o por mi abuelo. De todas formas, la relación se remonta a 1952. En 1960 José Ramírez III le construyó la primera guitarra que le gustó al maestro y que llevó durante su gira por Australia en 1961. Pero siguió experimentando y dándole a probar, y construyendo.
De todas formas hay una cosa. Para saber dirigir este negocio, al igual que otros artes u oficios, hay que saber enseñar, y para saber enseñar hay que saber hacer. No es la primera vez que, supongo, habrán oído hablar de que tal o cual pintor, escultor, luthier famoso, tenía ayudantes trabajando para él. Ellos terminaban la obra, pero también la pensaban antes de dársela a quienes trabajaban para él ( les daban unas directrices). La cuestión es el volumen de ventas o número de encargos que en esos momentos tenga el artista o, en este caso, artesano ( estoy de acuerdo con mi abuelo con que este oficio es meramente mecánico y tiene poco de artístico y mucho de cienca acústica, intuición, riesgo y de repetición). Si hay una guitarra la podrá hacer el artesano dueño del taller, si ya aumenta el número, tendrá que conseguir que personas formadas y seleccionadas por él aligeren su trabajo y contribuyan a la prosperidad de su negocio. Pero no quito mérito a los ayudantes, evidentemente, estos son seleccionados por el maestro y este no selecciona a cualquiera. Por eso pasan exámenes, pruebas, años de aprendizaje. Son los mejores, y lo demostraron quienes se independizaron y crearon propio su negocio.
El caso es el siguiente. Si piensas una obra, das unas directrices y la terminas, conociendo y dominando el proceso intermedio, ¿qué mérito se quita?. Más bien lo que creo es que se quita el trabajo rutinario y se queda con lo más bonito del proceso: la idea, el pensar los pasos a seguir y la finalización. ¡Qué conste que el proceso es apasionante!, ahora lo digo porque sólo llevo dos guitarras que debo cerrar en breve, pero..., ¿cuándo lleve 60?. Además no sé puede hacer todas las guitarras y llevar una empresa cuando llega a unas determinadas dimensiones, !me doy con un canto en los dientes pudiendo hacer con nuestras manos las que podemos hacer!.
Creo que conseguir a Segovia fue un acierto comercial fruto de la perseverancia, la visión de negocio y del trabajo duro y bien hecho. Insisto, ¿en qué empresa esto no se considera un mérito?, ¿se cuestionaría que un mérito similar aplicado a otro sector cuestionara el buen hacer y el trabajo de una marca?. ¿Conseguir algo que beneficia y ayuda a tu empresa a posicionarse en el mercado es negativo?, ¿ es un regalo esta clase de méritos?, ¿es malo, negativo conseguirlo? . ¿Por qué tengo qué preguntar estas cosas?
Pues gracias de nuevo.
Saludos,
Cristina Ramírez