RICARDO GALLÉN Y LA GUITARRA DEL FUTURO.
Con motivo de la 28 Edición del Festival de Guitarra de Córdoba, se celebró el pasado 7 de julio el primer concierto de guitarra clásica en el Teatro Cómico a cargo del extraordinario intérprete Ricardo Gallén. Dicha actuación situó el nivel técnico y musical del ciclo a un altísimo nivel, acorde con las dimensiones del festival y la calidad de sus invitados.
Gallén comenzó su actuación con la Sonatina op.52 del compositor inglés Lennox Berkeley proponiendo una versión brillante y ágil que no escatimaba en la utilización de recursos técnicos poco usuales, aunque no extraños, a fin de conseguir una mayor densidad armónica. Siguiendo con repertorio de similar factura estética continuó el concierto con una espléndida interpretación de la Sonata III del compositor mexicano Manuel Ponce a la que, al igual que la obra anterior, aportó una lectura diferente, dotando nuevamente de pedales pianísticos a la guitarra y de coherencia armónica y estructural a la obra.
Foto: Óscar López Rogado
Llena de timbres y dinámicas muy contrastadas resultó su interpretación de la Sonata escrita en 1990 y dedicada a Julian Bream por el compositor cubano Leo Brouwer, cerrando con un veloz y espectacular tercer movimiento que arrancó grandes aplausos del ya rendido público del teatro.
Sin duda lo que hace de Ricardo Gallén un guitarrista diferente de los demás, aparte del nítido fraseo y uso de dinámicas de los que hace gala, queda extraordinariamente reflejado en el repertorio escrito por compositores no guitarristas, como es el caso de las Cinco Bagatelas del también inglés William Walton. La lectura e interpretación de esta obra viene marcada por la revisión que Gallén acostumbra a tocar basada en el arreglo para orquesta que el propio Walton realizara de las bagatelas (Varii Capricci). En esta obra incorpora las articulaciones y cambios de registro indicados en la partitura orquestal que hicieron que el público escuchara una renovada versión distinta a la ya conocida y editada en su momento por su dedicatario, Julian Bream. El resultado fue perfecto y, a pesar de la dificultad de esta obra, todo sonaba fácil y fluído, siendo especialmente destacadas la segunda, por el carácter misterioso e hipnótico que imprimió a la pieza, y la tercera, a la que incorpora algunas novedades muy llamativas y que ejecutó con melancólica emotividad.
Foto: Óscar López Rogado
Por si fuera poco programa lo interpretado, para acabar el público tuvo la suerte de escuchar la Partita para violín Nº 2 de Johann Sebastian Bach con el rigor propio de un especialista en música barroca, algo que nuestro guitarrista es. En esta soberbia interpretación pudimos escuchar las articulaciones violinísticas que Bach escribiera originalmente completada con recursos laudísticos, a lo que se añadían la sonoridad y recursos polifónicos propios de la guitarra. Esta versión, cerrada con una Chacona (una chacona de verdad, por cierto) memorable, fue toda una lección, primero de fraseo, articulación y dinámicas barrocas que no encontramos en muchos guitarristas y segundo, de puesta en evidencia de esa polifonía implícita que Bach nos sugiere y que en el violín no podemos escuchar.
Para terminar y en medio de enfervorecidos aplausos, nos regaló dos pequeñas bellezas como son el tema de Pat Metheny, y arreglado por él mismo, "The moon is a harsh mistress" y el “Invierno porteño” de Astor Piazzola, con las cuales cerró una actuación que, como es habitual en Ricardo Gallén, resultó ser toda una fiesta de virtuosismo técnico y expresivo al servicio de la idea musical. Además, no es baladí señalarlo, consiguió transmitir al público embelesado una autoridad y profundidad de conceptos impresionante.
José Mª Fuentes Cuesta