Después de escuchar tocar a Miguel Llobet varias veces, me formé las siguientes impresiones:
Primero, su técnica estaba muy alejada de aquellas proezas que le atribuían en su época y que impresionaban por igual a músicos y a profanos en la materia. Los músicos explicaban este efecto por la magia de su virtuosismo, quizá porque no habían escuchado nunca música polifónica tocada en la guitarra; mientras que los profanos se deslumbran cuando en cualquier instrumento escuchan rápidas escalas tocadas con limpieza. Lo cierto es que, sin ser nada extraordinario, la técnica de Llobet era excelente. He oído decir que siempre titubeaba en los mismo pasajes, incluso en algunos relativamente fáciles —quizá por la falta de disciplina o más probablemente por pereza (como después descubrí, era más bien perezoso).
SEGOVIA, Andrés: An autobiography of the years 1893-1920. Londres: Marion Boyars, 1977: 101.
Bookmarks