Novela entre dos - Capitulo 2º

cefobe

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NOVELA ENTRE DOS


CAPITULO 2


No hizo falta que sonase el despertador, la lluvia que repiqueteaba en los cristales la despertó. La habitación estaba fría. Se levantó para ver la hora y desconectó el reloj. Fuera la lluvia seguía cayendo sin cansarse, dando de beber con paciencia a todo aquello que de ella tenía sed.
Se sentía bien en aquel despertar, oyendo cantar a su amiga. Llevaba tanto tiempo llamándola que su espera se le había hecho larga e intranquila.
Conectó el calentador y se lavó deprisa vistiéndose después rápidamente. La actividad nerviosa de esos momentos le ponía los pies en la tierra, ayudándola a calzarse la realidad sin cuestionarla.
La calle relucía bajo las farolas y el aire olía a vida. Corriendo se dirigió hacia la parada del autobús. Le gustaba hacer aquel viaje diario hacia la ciudad sentada entre otros muchos y dejándose llevar por el ritmo del motor. El tráfico a aquella hora empezaba a hacerse denso pero aún era fluido a pesar de que la lluvia parecía obligar a los conductores a ir despacio. A su llegada a la ciudad, ésta hervía ya de gente con prisas.
Entró en la cafetería para desayunar. Los camareros ya la conocían y le sirvieron sin necesidad de decir nada. Le encantaba tomar aquel café con su sabor tan de cafetería y rodeada del olor de los bollos y de los churros. Miró como todos los días el tablón de anuncios:
"Se alquila, vendo, comparto, espero que vengas...."
¿Dónde tendría que ir no se sabe quién? Le hacía gracia imaginarse mil historias sobre aquellos anuncios cotidianos, era como si conociese a los anunciantes. Muchas veces pensaba en poner ella también un anuncio, ¿Pero cual?
- ¡Adiós!
- ¡Hasta mañana!
Al mirar a la gente que llenaba el vagón del metro a veces se encontraba con miradas fijas e inexpresivas que en realidad no la veían, ojos centinelas del ser dormido al que despertaban cuando llegaba su punto de destino.
Le encantaba decir buenos días al portero cuando entraba en el viejo edificio donde trabajaba, y que éste la saludase con su sonrisa añosa y llena de todo, y cuando al fin llegaba a su despacho lo primero que hacía era encenderse un cigarrillo y fumárselo tranquilamente sentada, pensando en tonterías.
Un montón de cartas la miraba insistentemente, y el desorden de la mesa la hacía sentirse como en casa. La lluvia golpeaba la claraboya del techo y su sonido le producía una sensación de nostalgia, de recuerdo, una necesidad de partir hacia ningún lugar definido, de ponerse en marcha sin rumbo fijo.
Todavía no había nadie por los despachos y los teléfonos seguían silenciosos. Esos momentos le permitían adelantar lo atrasado y poner en orden el desorden. Fue hacia el fax como cada día desde que llevaba allí trabajando y separó los que eran para ella.
El día transcurrió entre visitas, llamadas telefónicas y asuntos comerciales que nada le importaban pero que tramitaba con diligencia y experiencia. La comida, el regreso al despacho y tras el final de la jornada, la salida que tanto ansiaba para volver finalmente a casa. Necesitaba unas vacaciones cuanto antes y recuperar energías.
Quizás también era una rutina lo que hacía en casa, pero sus gestos repetidos le provocaban sensaciones de ternura: mirar en su buzón, coger el ascensor, abrir su puerta, entrar y percibir el olor cálido de sus paredes y dedicarse a poner cada cosa en su sitio. Cuando lo tuvo todo recogido se sentó por fin a descansar.
Cerró los ojos y fue acompasando su respiración hasta hacerla más relajada y profunda. Era algo natural en ella, lo había practicado desde muy pequeña, nadie la había enseñado, su secreto nació con ella.
Las imágenes se sucedían vertiginosamente en su mente y se abandonó al vértigo que le producían. Un bosque en blanco y negro se fue perfilando poco a poco. Le eran ya familiares aquellos árboles silenciosos que miraban al cielo con tranquilidad. El camino hoy estaba más claro que otras veces y lo fue siguiendo casi sin mirar al suelo, absorta en la contemplación de todo lo que ante su vista iba apareciendo, un paisaje extraño y hermoso que la acogía en silencio.



Continuara...
 
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