Novela entre dos - Capitulo 1º

cefobe

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NOVELA ENTRE DOS


CAPITULO 1


Una cosa tremenda y viscosa se estaba deslizando tranquilamente por la habitación. Mis ojos milagrosamente abiertos la iban fotografiando al detalle estudiando todos sus movimientos y posibles artimañas. Mi inicial curiosidad se estaba convirtiendo poco a poco en una gran preocupación y mi inconsciente osadía, de la cual hacia tiempo que estaba prepotentemente orgulloso, se estaba diluyendo y difuminando dentro de la sencilla esencia y acogedora penumbra de aquellas cuatro paredes.
Mi mente solía estar casi siempre muy intoxicada, pero aquello parecía tan real y tan alejado de mis oníricas fantasías que mis manos no tenían mas remedio que buscar algún objeto contundente para poder lanzárselo y matarlo. En la casa solo se escuchaba ese rumorcillo eléctrico que suele anteceder a los apagones generales y mi instinto animal se acababa de comer a mi intelecto.
El ser, como adivinando mis pensamientos, se paró en seco y mirándome con una extraña ternura me habló con un tono de voz muy nítido y a la vez lejano.
– “No te inquietes con mi presencia, ya que desapareceré dentro de poco. Soy un ser virtualmente ridículo que sólo sirve para esto, y nada cambiaría aunque yo no estuviera ahora mismo reptando como una babosa por esta casa”.
De repente me desperté. Todo había sido un sueño, nada más que eso.
La cama estaba muy deshecha, mi pijama mojado, y mi pelo, como siempre, pegado y enganchado al gorro elástico que me ponía para dormir. Me levanté como un resorte y abriendo la pequeña ventana para que se renovara el aire comencé a realizar mis ejercicios gimnásticos.
Cuando llegó el momento de efectuar mis flexiones sobre el suelo cual no sería mi sorpresa al verme cara a cara con una cucaracha azul.
Ella me miró sin apenas moverse y yo contuve la respiración. Los dos nos observábamos fijamente cuando de repente me dijo con una voz melodiosa
- Hola amigo, ¿No te acuerdas de mí? Soy un insecto, pero antes fui un ser viscoso y tremendo de vida efímera que gustaba de asustar a los incautos como tú.
Al oír estas palabras me sentí desfallecer y mi cuerpo se sumergió en un abismo sin final; todo daba vueltas a mi alrededor y en mi mente no dejaban de sonar unos chasquidos que poco a poco iban creando un ritmo africano y ancestral. Mi cuerpo chocó contra algo duro. Me había caído de la cama y todo había sido una pesadilla: el ser, la cucaracha, todo. Mi rodilla me dolía terriblemente y mi dedo meñique estaba torcido ¡Qué desastre! Me levanté y me encaminé quejándome hacia el baño, abrí el agua caliente y me duché. Me sentí mejor, mucho mejor. Últimamente soñaba mucho y siempre cosas muy raras.
Encontrándome en lo mejor de mi aseo completo, sonó el timbre de la puerta y pensé ¡Ahora no puedo abrir! ¡Estoy mojado como un esturión y mientras me seco ya se habrán ido! Armándome de valor decidí intentarlo, y desnudo y chorreando me acerqué hasta la entrada asomándome cautelosamente por la mirilla. En el exterior había un individuo vestido de cartero que miraba fijamente hacia mi puerta. Tenía una cara con unos rasgos demasiado indefinidos, lo cual me llamó la atención. De repente empezó a hablar como si supiera que yo estaba ahí.
- Señor, le traigo un telegrama, ábrame por favor.
Le abrí sin mirarle de frente, firmé torpemente el recibo y cogí rápidamente el telegrama cerrando la puerta de golpe, y su voz, lejana y melodiosa me dijo,
- Adiós amigo, que tenga un buen viaje--¿...?
Rasgué el telegrama y miré rápidamente su contenido: solamente estaban escritas 3 palabras : "Espero que vengas".
Me senté temblando, la casa estaba fría y yo estaba mojado.
Después de secar todo mi cuerpo concienzudamente me senté en la cama para así poder leer otra vez aquel telegrama. No entendía qué significado podían tener aquellas tres palabras; yo era una persona muy solitaria y sin casi amigos; mis padres vivían muy lejos, en un pueblecito en las montañas y siempre sospeché que el día en que me fui de su casa a los 19 años se alegraron terriblemente por quitarse de un plumazo la sagrada obligación de tener que tutelar eternamente a un hijo con el que no se podian hacer muchos planes de futuro. Ningún conocido podía mandarme aquella tontería pensé, y mascullando un juramento lo tiré a la papelera. Me levanté cabizbajo y triste, nunca me era agradable confrontar que a nadie le importaba, me gustaba mucho estar solo pero no tanto. Me vestí y salí a la calle, compré el periódico y entré a tomar un café. En la calle llovía y la atmósfera cálida del local me reconfortó. Empecé a leer el periódico y busqué la sección de mensajes. No tardé en descubrirlo, "Espero que vengas". El mensaje estaba repetido en varios sitios y no iba dirigido a nadie ni venía firmado.



Continuara...
 
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