Y ahí viene mi pequeña crítica, si se me permite, dado que me gusta hacer de abogado del diablo. El foro en el que me suelo mover es de luthería en inglés (
www.mimf.com). Una de las reglas fundamentales, que todo Dios respeta, es que no se admiten usuarios anónimos. Todo el mundo utiliza su nombre (ni siquiera un nick) y se hace responsable de sus opiniones. Por supuesto que hay una sysop y varios moderadores que a la mínima "banean" al que empiece a hablar de política, insulte, etcétera. El nivel de trolls es ínfimo y el ambiente es realmente participativo y positivo.
Cuando encontré vuestro foro, me llamó poderosamente la atención el alto nivel de vitriolo que se vertía en no pocas discusiones (al menos en las de constructores que frecuento). Asumo que un cierto nivel de crítica sana es no sólo imposible de controlar, sino deseable para que todos nos formemos un criterio; pero que un anónimo, precisamente escudado en su anonimato, pueda decir que las guitarras de tal o cual constructor son "una mierda", para desaparecer después y no responsabilizarse de lo dicho, no aporta nada positivo al foro, supone una gran distorsión de las discusiones porque "agita" al personal hasta que las cosas se serenan y además os pone ante el peligro de que el ofendido os busque las cosquillas por permitir esa impunidad.
No conozco a los hermanos Cuenca, pero no creo que molestarse por algo que les ofende les convierta en los demonios que parecen ser para algunos de los que os han contestado mostrando apoyo. Es discutible que la querella penal la hayan centrado en Óscar, pero dado que los insultos los hizo un "anónimo" y las acciones penales son personalizadas e intransferibles, veo humano que actuasen con quien, al menos desde su punto de vista, ampara estos desmanes por una mala política de net-iqueta.
Por ello, mi felicitación por salir del embrollo y, si queréis mi consejo para que no os vuelva a pasar y hacer el foro más valioso, no dejéis que la gente deje sus opiniones de forma anónima: que todos respondan con nombre y apellidos de lo que sostienen, asumiendo que no todos pensamos igual (por fortuna)