Javier Riba
Socio de la AGA
Queridos amigos,
Ricardo Gallén en su reciente periplo veraniego de festivales de guitarra ha ofrecido en concierto la integral de las suites para Laúd de Bach. Este programa en sí mismo no es una novedad, -imagino que ya se habría atrevido antes algún que otro guitarrista- lo novedoso y genial que hace de estos conciertos un hito en la reciente historia de nuestro instrumento es, a mi juicio, su manera de interpretar a Bach en la guitarra. Como testigo de uno de estos conciertos, concretamente el del festival de guitarra de Hinojosas de Calatrava, intentaré haceros una crónica.
Permitidme antes excusarme de la siguiente manera: Ricardo es uno de los profesores que mayor influencia ejerce sobre mi trabajo. Esto unido a la amistad que compartimos puede parecer que resta objetividad y parcialidad a mis juicios; sobra añadir que en mi breve crónica procuraré dejar el suficiente espacio para la perspectiva.
En el concierto de Hinojosas Ricardo Gallén se presentó con una preciosa guitarra copia de Fabricatore (1840ca.) salida de las manos de Arnoldo García. Esta guitarra presenta una hermosa ornamentación en el lóbulo mayor de la tapa armónica; se trata de una suerte de delicadas volutas que nacidas de los extremos del puente se confunden y entrelazan dotando a la guitarra de un impacto visual notable. La iglesia parroquial de Hinojosas, sede de los conciertos, no es el marco más idóneo para el delicado sonido de este instrumento, más, si acaso, lo que más desentonaba era la luz: Ricardo gusta de tocar en semi-oscuridad, para potenciar la concentración del público produciendo un efecto sobrecogedor. La iglesia de este pequeño pueblo del valle de Alcudia, sin embargo, con su retablo iluminado, y su imagen venerada reposando en el altar, distaba mucho de esos ascéticos escenarios tan del gusto de Ricardo, con una mesa y una lámpara de luz tímida. No importaba el lugar, ni el momento. Desde las primeras notas, -ese torrente improvisado que es el passaggio del preludio de la suite nº1 (BWV 996)- ya no había nada más que sonido, tiempo y gesto preciso.
El Bach de Ricardo Gallén es el resultado de una gramática bien aprendida; del conocimiento profundo del bajo continuo y sus consecuencias; de la acentuaciones y de la plasticidad en las danzas; del peso, de la duración y de la articulación de cada sonido; de la transparencia del contrapunto; y todo esto desde una técnica puesta al servicio de la música y elevada al más alto grado de virtuosísimo a partir de esa misma servidumbre. Tal vez esa sea una de las claves del fenómeno Gallén: La técnica como resultado de una expectativa musical. Talento natural descomunal, su genialidad reside precisamente en haber encontrado el mecanismo de ese talento, haberlo analizado de modo científico, y haber espoleado su técnica hasta las últimas consecuencias; es decir hasta el mismo lugar donde técnica y música son la misma cosa.
Para Ricardo cada nota es el resultado de sonido y silencio. Ese silencio que controla sutilmente para que las notas no sólo tengan color e intensidad, sino también impulso, peso y gesto, en una dicción que pone en evidencia, sin caer en la teatralidad, toda la riqueza de relaciones de tensión y distensión. De ahí que su Bach nos suena, por primera vez en la historia de la guitarra, como le suena a Harnoncourt, Leonhardt y otros grandes maestros del llamado historicismo musical. Pero con esto no quiero adscribir a Ricardo Gallén a una determinada corriente, sus interpretaciones de Bach no están encorsetadas por toda la información de los Quantz, C. P. E. Bach y compañía. Su interpretación es el resultado de una profunda reflexión sobre todo lo que ha leído y oído, pero también está iluminada por la frescura, la improvisación y la fantasía. Si no, como explicar ese preludio de la 997. Y no me refiero a su preludio como algo genérico sino sólo al que interpretó en ese momento, ese once de Agosto de 2006, en aquella iglesia.
Bach seguirá interpretándose de muchas maneras, y no quiero dictar dogma; por favor, nada más lejos de mi intención. El Bach de Segovia me conmueve, y porta el mensaje profundo del genio de Bach. Sin embargo creo que cuando el trabajo de Gallén tenga la suficiente difusión internacional (y a ello puede contribuir el disco que tiene en mente con esta integral), ningún guitarrista podrá sustraerse ya a su estilo y a su manera de acercar Bach a la guitarra. Su trabajo tendrá trascendencia histórica, al menos, en nuestro mundo guitarrístico.
Ricardo Gallén en su reciente periplo veraniego de festivales de guitarra ha ofrecido en concierto la integral de las suites para Laúd de Bach. Este programa en sí mismo no es una novedad, -imagino que ya se habría atrevido antes algún que otro guitarrista- lo novedoso y genial que hace de estos conciertos un hito en la reciente historia de nuestro instrumento es, a mi juicio, su manera de interpretar a Bach en la guitarra. Como testigo de uno de estos conciertos, concretamente el del festival de guitarra de Hinojosas de Calatrava, intentaré haceros una crónica.
Permitidme antes excusarme de la siguiente manera: Ricardo es uno de los profesores que mayor influencia ejerce sobre mi trabajo. Esto unido a la amistad que compartimos puede parecer que resta objetividad y parcialidad a mis juicios; sobra añadir que en mi breve crónica procuraré dejar el suficiente espacio para la perspectiva.
En el concierto de Hinojosas Ricardo Gallén se presentó con una preciosa guitarra copia de Fabricatore (1840ca.) salida de las manos de Arnoldo García. Esta guitarra presenta una hermosa ornamentación en el lóbulo mayor de la tapa armónica; se trata de una suerte de delicadas volutas que nacidas de los extremos del puente se confunden y entrelazan dotando a la guitarra de un impacto visual notable. La iglesia parroquial de Hinojosas, sede de los conciertos, no es el marco más idóneo para el delicado sonido de este instrumento, más, si acaso, lo que más desentonaba era la luz: Ricardo gusta de tocar en semi-oscuridad, para potenciar la concentración del público produciendo un efecto sobrecogedor. La iglesia de este pequeño pueblo del valle de Alcudia, sin embargo, con su retablo iluminado, y su imagen venerada reposando en el altar, distaba mucho de esos ascéticos escenarios tan del gusto de Ricardo, con una mesa y una lámpara de luz tímida. No importaba el lugar, ni el momento. Desde las primeras notas, -ese torrente improvisado que es el passaggio del preludio de la suite nº1 (BWV 996)- ya no había nada más que sonido, tiempo y gesto preciso.
El Bach de Ricardo Gallén es el resultado de una gramática bien aprendida; del conocimiento profundo del bajo continuo y sus consecuencias; de la acentuaciones y de la plasticidad en las danzas; del peso, de la duración y de la articulación de cada sonido; de la transparencia del contrapunto; y todo esto desde una técnica puesta al servicio de la música y elevada al más alto grado de virtuosísimo a partir de esa misma servidumbre. Tal vez esa sea una de las claves del fenómeno Gallén: La técnica como resultado de una expectativa musical. Talento natural descomunal, su genialidad reside precisamente en haber encontrado el mecanismo de ese talento, haberlo analizado de modo científico, y haber espoleado su técnica hasta las últimas consecuencias; es decir hasta el mismo lugar donde técnica y música son la misma cosa.
Para Ricardo cada nota es el resultado de sonido y silencio. Ese silencio que controla sutilmente para que las notas no sólo tengan color e intensidad, sino también impulso, peso y gesto, en una dicción que pone en evidencia, sin caer en la teatralidad, toda la riqueza de relaciones de tensión y distensión. De ahí que su Bach nos suena, por primera vez en la historia de la guitarra, como le suena a Harnoncourt, Leonhardt y otros grandes maestros del llamado historicismo musical. Pero con esto no quiero adscribir a Ricardo Gallén a una determinada corriente, sus interpretaciones de Bach no están encorsetadas por toda la información de los Quantz, C. P. E. Bach y compañía. Su interpretación es el resultado de una profunda reflexión sobre todo lo que ha leído y oído, pero también está iluminada por la frescura, la improvisación y la fantasía. Si no, como explicar ese preludio de la 997. Y no me refiero a su preludio como algo genérico sino sólo al que interpretó en ese momento, ese once de Agosto de 2006, en aquella iglesia.
Bach seguirá interpretándose de muchas maneras, y no quiero dictar dogma; por favor, nada más lejos de mi intención. El Bach de Segovia me conmueve, y porta el mensaje profundo del genio de Bach. Sin embargo creo que cuando el trabajo de Gallén tenga la suficiente difusión internacional (y a ello puede contribuir el disco que tiene en mente con esta integral), ningún guitarrista podrá sustraerse ya a su estilo y a su manera de acercar Bach a la guitarra. Su trabajo tendrá trascendencia histórica, al menos, en nuestro mundo guitarrístico.