El jueves 27 de diciembre de 1928 el diario “Las Provincias”, realizó una entrevista al relojero D. Juan Bautista Carbonell, de la que extraigo lo siguiente:
“Las Provincias. Jueves 27 de diciembre de 1928”.
“El decano de la Bajada de San Francisco”.
“Don Juan Bautista Carbonell es el vecino que vive actualmente más años en la calle que se va a desaparecer. Nació el 11 de Octubre de 1868 en la misma casa que habita, número 11, dedicándose desde chico al mismo negocio que su padre, que aún continúa, después de haberse graduado bachiller.”
“Gran aficionado a los toros; en 1897 di varias corridas como empresario, y dejándome llevar de mis entusiasmos por la fiesta nacional llegué a torear y estoquear becerros en esta plaza.-¿…?
Nunca. Hace bastantes años tuve una apuesta con un domador de leones que se llamaba Beltrán, en nuestra plaza de toros, entré en una jaula de leones y me tomé con el unas copas de champán. Otra vez también en el circo taurino hice una ascensión en el globo del capitán don Magin Giral, quien hacía ejercicios acrobáticos desde un trapecio, que pendía del cesto del globo, dentro del cual iba yo. Fui muy aficionado a tomar parte en toda clase de festejos. En los primeros años que el barón de Cortes introdujo el festejo de la Batalla de Flores, sacaba carruaje propio, y recuerdo que un año me llevé el premio de la Infanta Isabel. También en Carnaval me disfrazaba y durante varios años me llevé el premio de los jinetes; una vez salimos disfrazados caballo y jinete, el primero de perro de lanas y yo de mico, tuve un gran éxito.-¿…?
De mi vida podría contar muchas anécdotas. Siendo gobernador de Madrid el conde de San Luis y alcalde el marqués de Mejorada del Campo, después de pasar una verdadera odisea, conseguí autorización para disparar una traca la víspera de San Isidro en la Pradera. No tiene usted idea el escándalo que se armó, y como huía la gente despavorida…”
“En el año 1913 fue elegido para la Feria de Julio un cartel que a mí me pareció un mamarracho, y con este motivo tuve una acalorada discusión; picado entonces mi amor propio, fui a buscar el artista de uno de ellos, que a mí me parecía el mejor, y le pedí permiso para imprimirlo, haciendo de el una tirada de doce mil ejemplares a trece tintas, y los repartí; y tuve tan gran éxito, que la gente venía a mi tienda a arrebatármelos, y en poco tiempo me quede sin ellos”.-¿…?
“He sido defensor de todo aquello que fuese popular en Valencia. Hace pocos años me dijeron que habían encerrado en el Asilo Municipal al popular Gayarre, por tocar la guitarra e ir mendigando por la calle. Me presente en la Alcaldía para demostrar al primer edil que Gayarre era inofensivo, y le rogué que le pusiera en libertad. Mis buenos propósitos daban en piedra, hasta que por fin le dije que no había ley para encerrar en una cárcel a un valenciano por el delito de ser viejo, ciego, enfermo, pobre y tocar la guitarra, contestándome entonces el alcalde que no estaba en la cárcel, sino en el Asilo, y que debía cumplirse la ley que prohíbe la mendicidad. Entonces le repuse: Supongamos que usted fuese Gayarre y hubiera un alcalde que, por el delito de ser valenciano, pobre, enfermo, ciego y viejo, lo metiera a usted en la cárcel. ¿Qué diría usted de semejante autoridad? Tenga usted en cuenta que Gayarre representa a Valencia.
No sé lo que entendería el alcalde, porque me contestó:
¡Aquí no representa nadie a Valencia más que yo!
A lo que me atreví a contestar un poco medroso, por si me tocaba salir por un balcón:
Usted representa a la Valencia administrativa, pero a la Valencia que sufre y canta, a esa la representa el pobre ciego.
Y por fin conseguí su libertad.” ¿…?
“Las patillas es una cosa muy personal, las he llevado toda mi vida; he sido un admirador de Alfonso XII, y siempre las he usado alfonsinas: ahora es bastante difícil conservarlas, porque como se ha perdido esta costumbre, no encuentro peluquero que me las sepa arreglar. Además, como buen español soy partidario de la capa, y cuando llueve aún saco alguna vez mi paraguas rojo. Esta ultima prenda me ha valido alguna que otra rechifla. Recuerdo en una excursión que hice por el extranjero, que la gente, al verme por la calle con mi capa, que no hubiera cambiado por el mejor abrigo de pieles, mi sombrero pavero y el paraguas rojo, me decía, abriéndome paso:
¡Ahí va un toreador!”.
“Había un cafetín llamado Casa de Sento el Cairer, donde se reunían todos los toreros, entre los que recuerdo Punteret, Gallardo, los hermanos Fabrillo, Sapo, Niespla, Launcher, Tito, Titet, el Cordobes, Luis Villanueva, Blanquet, Sepultura, Santeret, Paja Larga, Bartolo, Mona, Correguets, el célebre Polo y muchos más; toda esa gente, cuando el cólera del 85, armaba grandes juergas nocturnas en medio de la calle, con guitarras, bailando y cantando flamenco entre trago y trago de la bota y además soltaban cohetes, pues ellos decían que la pólvora mataba los microbios”.
“Todas las manifestaciones, huelgas y motines se desarrollaban en la Bajada de San Francisco”.
“La evolución.
He visto cómo poco a poco ha ido cambiando nuestra calle. He conocido edificar todas las casas modernas de la calle, como el café y fonda de España y el edificio de la esquina de la calle de Cotanda, donde estaba la posada de San Francisco. He visto cambiar de dueños y comercios a toda la calle; de aquellos tiempos solo queda una sastrería, el horno, la botica y el café, aunque con distintos dueños…”
“Hablando del derribo.
Después hablamos del derribo de la calle, de la necesidad que se va a ver de tener que abandonar su casa, en la que nació y murieron sus padres, al llegar a este punto, dos lágrimas asomaron sus ojos.
Un gran sentimiento y una pena muy amarga experimentaré, nos dijo, en el momento que abandone esta calle en la que nací a mediados del siglo XIX; en estas cuatro paredes cubiertas de relojes, se forjó una familia honrada, en la noble escuela del trabajo; ahora soy ya viejo, y hacer lo que hice aquí ya no podría; venderé el último reloj el día que le den el primer golpe de piqueta a esta casa; golpe que sentiré me dan en el corazón, por que el día que tenga que abandonar mi amada botigueta será el día más amargo de mi vida y tengo la seguridad de que el día que la derriben sentiré caer sus escombros sobre mi pecho. En esos momentos cuando resbalen las lagrimas por mi rostro, pensaré que le hago la suprema ofrenda a Valencia, puesto que le doy lo que más he querido en mi vida”.
“CELSO”.
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