Re: Carrera por el volumen
Amigo kiliko,
Gracias por esta reflexión tan interesante.
Si me lo permites, te comento algunas cosas.
kuliko dijo:
Lo que yo creo que no deberíamos de perder de vista es que, para bien o para mal, la guitarra que llamamos clásica comenzó desde por lo menos la mitad del siglo XIX una búsqueda incansable para conseguir más proyección y volumen, y ese mismo objetivo era el que perseguía el propio Torres (por petición del guitarrista Julián Arcas, según generalmente se presupone). Uno de los objetivos de las plantillas que diseñó Torres y de su sistema de varetaje de abanico (que aunque ya existía en una forma más o menos primitiva, él mejoró y refinó y en buena medida dejó estandarizado hasta nuestros días) era el de conseguir un mayor volumen.
Yo matizaría esto un poco. Creo que Torres, siguiendo la tendencia marcada por algunos guitarreros anteriores (por ejemplo, Francisco Sanguino y Francisco Pérez, mencionados por Romanillos), empezó a hacer guitarras de plantilla más grande. Creo que esto lo hizo buscando un mayor volumen de sonido, pero quizá también, como afirma Terence Usher, intentando conseguir un instrumeto con sonoridad más profunda.
Julian Bream, en el prólogo de la biografía de Torres escrita por Romanillos, nos dice:
...cuando en la última década del siglo XVIII se descartó el uso de lo órdenes dobles, en favor de las cuerdas simples, y se añadió una cuerda en el registro grave, pareció que la guitarra había alcanzado verdaderamente su mayoría de edad. Los cambios ocurrieron casi milagrosamente, de la noche a la mañana, y con ellos la guitarra estaba lista para afrontar un papel mucho más exigente, desde el punto de vista musical. La metamorfosis fue bastante dramática, desde un grácil instrumento contralto hasta lo que parecía ser otro de bajos profundos, con una tesitura similar a la del violonchelo. Pero por alguna razón que se nos escapa, este cambio no se vio reflejado en una modificación de la caja de resonancia del instrumento, para que se adaptase a las nuevas frecuencias graves. Sería interesante especular si fue esta falta de adecuación la que impidió a la guitarra encontrar su sitio en el movimiento romántico posterior a Beethoven.
En su libro sobre Torres, José Luis Romanillos hace un estudio de los instrumentos construidos por los guitarreros recomendados por Sor y Aguado (Lorenzo Alonso, Joseph Martínez, José Pagés, Juan Muñoa, Juan Moreno, René Lacôte), comprobando que el tamaño de sus plantillas ronda los 990 cm2. Romanillos dice que este tamaño menor puede tomarse como representativo "de las guitarras construidas en las tres primeras décadas del siglo XIX". No obstante, guitarristas inquietos, como Aguado, se habían hecho construir guitarras de mayor tamaño. Romanillos cita los instrumentos que Lacôte y Laprévotte hicieron para el músico madrileño, con unas superficies de 1.234 cm2 y 1.190 cm2, respectivamente. Pero sin duda, el guitarrero que dio un mayor impulso al aumento de tamaño de la guitarra, fue Antonio de Torres
Este cambio en la plantilla, trajo consigo nuevos problemas estructurales que había que resolver. Por ejemplo, en las guitarras de Torres la curvatura del aro es más pronunciada que en la mayoría de las guitarras anteriores, lo que seguramente se debe al intento de dar a este instrumento mayor, una estructura más estable.
El aumento de superficie de la tapa de la guitarra, se puso de manifiesto especialmente el en lóbulo inferior de la misma. Este aumento de superficie unido a la reubicación del puente, situándolo en una posición más alejada de la culata de la guitarra (cosa que pudo hacerse gracias a la utilización de las cuerdas entorchadas), obligó a buscar sistemas de refuerzo de la tapa.
En la mayor parte de las guitarras europeas de la época (construidas en Viena, en Francia, etc.), se utilizaban barras transversales para reforzar la estructura de la tapa. Las barras transversales ya se habían utilizado en el laúd y ahora vuelven a ser utilizadas por guitarreros como nuestro forero habitual Roberto Tomasi.
Antonio de Torres y otros guitarreros españoles, afrontaron el problema del refuerzo del lóbulo inferior de la guitarra de otra forma, de un modo calificado por Usher como una "revolución en la concepción de la propuesta del varetaje interno del instrumento", el varetaje de abanico.