... de tosedores y chistadores.

José Mari Bailo

Socio de la AGA
El pasado sábado día 30 asistí a un concierto en Cartagena en el que se interpretó el concierto para violín y orquesta, Op. 61 de Beethoven (con Eva León como solista) y la 7ª sinfonía en LaM, Op. 92 del mismo autor. En mi opinión el concierto fue bastante bueno salvo por un detalle... un par de señoras que empuñando el abanico cual capitán Alatriste con su espada de acero toledano hacían tal ruido que lograron sacarme de mis casillas hasta tal punto que, perdiendo casi por completo la buena educación que mis padres tuvieron a bien inculcarme, tras pedir dos o tres veces silencio y en vista de que no cesaban en su empeño (más bien al contrario), estuve a punto de enviar a una de ellas (la de más alto nivel sonoro-abaniquil) a tomar por allá por donde la espalda pierde su casto nombre. Vosotros me entendéis: es increíble que siempre haya alguien en los conciertos que es capaz por sí solo de arruinar la velada al resto de los espectadores. De hecho una de esas "señoras" que mencionaba me llamó maleducado la primera vez que le pedí (muy por lo bajo y educadamente) que por favor no se abanicase porque hacía mucho ruido.

Quizá esto que ahora escribo suene un poco duro, pero de verdad así lo pienso y así lo escribo: está claro que los españoles en general no destacamos precisamente por nuestra educación ni por nuestro gusto por lo cultural (ya sé que generalizar es injusto). Todos hemos asistido a decenas de buenos conciertos en los que hemos salido de mal humor debido a las toses, caramelos de menta, abanicos o en su defecto programas de mano usados como tales, pitidos de relojes, sonidos de móviles, etc.

Cierto es que normalmente en los auditorios antes de dar comienzo la actuación una vocecita enlatada (generalmente femenina) nos pide por favor que desconectemos los móviles y las alarmas de los relojes. ¿No estáis de acuerdo conmigo en que también dicha voz debería pedir que se tosa lo mínimo posible y que se pelen los caramelos antes de empezar el concierto? ¿Por qué si nadie grita en los museos ni en los teatros tenemos un público que gusta de toser compulsivamente en los conciertos por el mero placer de escucharse "tocar" en un gran auditorio y por qué no decirlo, molestar un poco al resto del respetable?

Todo esto viene a colación de que en el concierto que os comentaba de Cartagena recordé en pleno momento de indignación un artículo de Víctor Pliego de Andrés en el que en tono jocoso pero cargado de razones habla precisamente de eso, de los "tosedores profesionales" de los conciertos.

Llegado este momento, sobran las palabras (especialmente "mis" palabras) y os dejo que disfrutéis de dicho artículo-reflexión.

Hasta pronto. Salud y suerte.


EL CONCIERTO DE LAS TOSES

por Víctor Pliego de Andrés

El público y los músicos se sobresaltan cada vez que suena el telefonillo, muy estridente, por los altavoces de la sala. Hay quien se lleva la mano al pecho con gesto de sorpresa. Una voz pide que se desconecten los teléfonos móviles y son muchos los que se apresuran a buscar en sus bolsos y bolsillos. Ocurre todos los días en el Auditorio Nacional. Las orquestas visitantes reaccionan con sonrisas y, a veces, con aplausos. Aún así, a pesar de la iniciativa tan agresiva, se suelen escuchar algunos timbrazos durante los conciertos. Pero lo peor no son los sonidos de la tecnología, sino los atávicos ruidos que producen los cuerpos humanos, sobre todo algunos cuerpos humanos maleducados.

El martes 13 de noviembre Chistian Zacharias ofreció en Madrid un delicado recital con obras de Debussy y Scarlatti. Este pianista alemán tiene un toque maravilloso que condensa el aire y es capaz de crear una calidad especial sonido. La emoción era tan intensa que provocó ataques de tos histérica y dividió al público entre tosedores y chistadores. Hubo incluso competiciones en eco. Pero nada de ello rompió la magia ni la concentración del artista. En un recital ofrecido el año pasado en el Teatro de la Zarzuela de Madrid, el genial barítono Thomas Quasthoff pidió al público que no tosiera entre los Lieder del ciclo que interpretaba, porque le resultaba muy difícil concentrarse. Le hicieron caso, a pesar de que ese movimiento espasmódico y sonoro del aparato respiratorio, en accesos violentos y casi siempre intermitentes, suele ser involuntario. Con ello quedó probado que es posible contener la tos con cierto esfuerzo de voluntad y el auxilio de manos y pañuelos.

El estornudo es un placer liberador que en el pasado se estimulaba con el tabaco rapé. Hoy es un acompañamiento característico de los conciertos madrileños. Como estoy poco viajado, desconozco si en otras plazas la concurrencia se manifiesta de forma tan ruidosa, pero quiero imaginar que no es así, aunque el maestro Kurt Masur ha protestado en Nueva York. En Madrid, el apogeo de la temporada musical coincide con los meses más fríos. Tal vez por eso, la tos es la manifestación natural de gripes y catarros, agravados por la proverbial sequedad y contaminación de la villa, por el aire acondicionado, por las alergias y por el arraigado vicio del tabaco. Se puede excusar una tos aislada y discreta, pero entre los aficionados a la música clásica parece imperar una elevada presencia de enfermos respiratorios, crónicos para más señas, que deberían guardar cama o ser urgentemente hospitalizados. Sin embargo, su irresistible pasión por la música les arrastra hasta los auditorios y salas de conciertos a pesar de sus dolencias y graves males. Habría que exigir un certificado médico a determinados melómanos antes de darles un abono. Ignoro si se ha hecho algún estudio epidemiológico sobre la incidencia de la música en las complicaciones respiratorias. En el cine y en el teatro esta epidemia se advierte mucho menos (no ocurre así con la plaga del telefonillo, que es universal aunque más benigna).

La tos es una manifestación muy personal, íntima, variada y expresiva. Hay toses, tosecillas, estornudos, rinitis, broncoespamos, carraspeos, ahogos, sofocos... Pueden ser hoscas, asmáticas, húmedas, irritadas, hilarantes, explosivas, sordas, angustiadas, reprimidas o descaradas. Hay personas que al toser parece que retumban, bufan, gritan, jadean, braman, rugen, ajean, graznan o gruñen, ofreciendo una estampa más propia de la fauna ibérica que de una culta sociedad filarmónica. Algunos idean estrategias para acomodar su tos al momento que les parece más oportuno. Los prudentes esperan al final del concierto o al inciso entre los movimientos, para desahogarse a pleno pulmón con toda libertad. Los discretos se reprimen apretando la boca con el puño. Prolongan así la angustia más allá de lo necesario y de lo soportable. Están dispuestos a morir por asfixia antes que verse en el trance de tener que abandonar la sala y perderse una nota del concierto. Los astutos aguardan hasta que llega un fortefortissimo para esconder su tos entre el barullo, de forma casi siempre infructuosa. Una ingeniosa espectadora insertaba en cierta ocasión su tos seca cada vez que el maestro pasaba una página. El efecto era sorprendente: parecía que las hojas de la partitura se rasgaban. Es una ocurrencia cuyos derechos debería registrar la autora del hallazgo para algún programa cómico de la tele.

A los conciertos más caros y exclusivos asiste un público trajeado compuesto por viejos ricos, que tosen mucho y en tono ronco, seguramente por culpa de los puros que se fuman en las reuniones con sus consejos directivos. En los conciertos populares, donde reina la informalidad y la edad media no es tan elevada, se tose en igual medida pero con timbre más clarito. Todos los aficionados, ricos y pobres, tienen la membrana pituitaria igual de sensible. La tos es democrática y todos ejercemos nuestro derecho a toser, por gusto y por salud. Ya no se distingue un rey de un porquero. Ya nadie usa en público el pañuelo de narices o mocadero, término descriptivo, hispánico y olvidado.

Como medida de prevención, algunos enfermos (suelen ser señoras previsoras) acuden equipadas de caramelos refrescantes envueltos en crujientes celofanes. Las partidarias a estos estrepitosos bálsamos suelen esperar a que empiece la música para abordar la delicada operación de desempaquetado, tras desaprovechar todos los descansos. La maniobra se ejecuta con gran parsimonia y minuciosidad, sádica delectación, disimulo aparente e ineficaz resultado. Aunque existen antitusígenos suministrados en cajas de cartón, las melómanas solo renuncian al celofán en casos de fuerza mayor.
La peor de todas es la tos nerviosa que explota en los momentos de mayor tensión: justo al comienzo, o al final, o en pleno clímax musical. Cuando la música se tensa en un pianissimo que pone los pelos de punta, precisamente entonces estalla una tos nerviosa que rompe la magia y provoca una inmediata cascada de otras en coro, porque la tos nerviosa es muy contagiosa. Hay cobardes que no se atreven a dar el primer paso pero que siempre están prestos a unirse tras el lanza la primera tos. La cosa empeora cuando otro sector del público empieza a chistar furioso, sumándose al guirigay.

Cada cual se retrata por su aspecto, su voz, sus gestos y también, por su tos. Es como la firma: hay quienes la usan con circunspección y hay otros que hacen de ella una pintada. Hay quien tose con hombría, con timidez, con delicadeza, con remordimiento, con delectación, con voz o sofocos... Las salas de conciertos están llenas de pintadas que no se ven pero que sí se oyen. Son la parte salvaje de la música. Kurt Schwitters lo descubrió y compuso en 1936 un Scherzo para estornudos.
 
Q tal jose mari? Saludos amigo maño, me ha encantado tu narración novelesca del concierto q me perdí, q supongo q estaría genial apartando lo q mencionas, pues estuve en un ensayo general y me encantó, el director me pareció bastante bueno, por no hablar de la solista...
La verdad q entre lo que tu dices y este artículo q citas, se podria proponer al ministerio y a las escuelas universitarias de arquitectura que hagan hincapié en sus alumnos en que a la hora de diseñar salas de conciertos tb tengan en cuenta estos fenómenos acusticos que mencionas y que se les anime a investigar y, por qué no, a hacer alguna tesis sobre ello. Lo digo en tono sátiro pero lo digo, pues no me parece tan descabellado...
Permiteme Jose Mari que añada los ronquidos a los efectos que tu mencionas, pues en dos ocasiones me he encontrado con ellos :pcdm2:
También me ocurrió este año pasado que una señora muy mayor, presenciando el tercer tiempo del concierto para piano nº 2 de Brahms en el palau de la música de valencia por dar más datos, le dice a la de al lado que se ha dejado el perro encerrado en la terraza, se levanta y se va, todo ello en el momento más delicado, ocasionando el enojo de todos los presentes....
Podríamos escribir un libro bastante gordo entre todos de anécdotas, imagino... En fin, quería compartir con vosotros mi opinión, nada más! Disfrutad del verano!
 
He oído decir que Jordi Savall "recomienda" al público asistente a sus conciertos que tengan siempre a mano un pañuelo para amortiguar las ondas sonoras que producen los sonidos nasales, carraspeantes o guturales, y que lo usen adecuadamente en el caso de no poder resistir sus espasmos faríngeos.

Ahora que viene al caso, su hijo Ferran Savall ofrecerá un concierto de guitarra y tiorba el día 28 de agosto a las 22h en la iglesia románica de Sant Jaume de Fontanyà (Barcelona). Esta iglesia se caracteriza por ser una de las joyas emblemáticas del románico catalán y español, un marco excelente para para poder disfrutar de un concierto.


Salud
 
Bueno... tocando en una audición me di cuenta de que en segunda fila había un señor con una postura muy "familiar", digamos popularmente que estaba literalmente "despatarrado" en su asiento, pero en ese momento aún seguía atento al acto. Total, termino de tocar, me salgo momentos después al "patio de butacas" y a los 5 minutos empiezo a escuchar los ronquidos... pero ronquidos a lo grande... y nadie se atrevía a decir ni mú. Vamos, no me gustaría haber sido el que tocara 10 minutos después que yo...
 
Hola:

Pues yo recuerdo en un concierto de Vicente amigo que detrás de mi estaba el típico graciosillo diciendole tonterias y hasta le insltó una vez,eso si que no,faltas de respeto no.

Andrés
 
Hola a todos
Muy molesto eso de las tosecillas, celulares dulces y demás ruidos durante los conciertos. No es España el único lugar donde esto ocurre:
Recuerdo un ensayo abiertode la filarmónica de la UNAM en el que entraban unos jóvenes tarde y haciendo un ruido tremendo y recuerdo la reacción del entonces director titular Ronald Zollman de enojo tremendo interrumpiendo el ensayo e instando a los jovenes a guardar silencio. Es cosa común que en las salas de conciertos de por acá alguna persona a través de los altavoces indica que deben apagar celulares y claro está, lo primero que va a pasar va a ser el sonido de un celular. Me pregunto si ¿sería posible que hubiera una parte de las salas de conciertos especial para tosedores y demás escandalosos así como hay áreas específicas para fumadores en restaurantes? o ¿se debería hacer un examen de salud previo a los conciertos para asegurarse de que no hay enfermos tosedores en la sala? o se tendría que registrar a los asistentes a los conciertos para decomisarles los celulares antes de entrar a la sala?
Bueno, serí un exceso pero en fin...c'est la vie.
 
bueno, que me decís en los conciertos que hay niños con la edad del pavo?? Cuando hacía el grado elemental, se llevaban a todos los niños chicos de 1º y 2º de elemental a ver la audicion de fin de curso, o conciertos de grandes intérpretes como María Esther Guzmán al Teatro de mi pueblo. Para mi era realmente insoportable, estaban dandose collejas todo el tiempo, gritando, dando alaridos y competían por ver cuál aplaudía el último, y claro, qué les decían los padres??? qué creeis, nada!!! si es que algunos no iban con los padres de otro niño que se encargaban de 5 o 6.

A mi me pasó lo mismo cuando hace dos años dí un concierto en el conservatorio de mi pueblo, los niños salían y entraban, en medio de la pieza, al menos intenté captar su atencion, pero solo me quedé con 15 personas.

Sé lo que se sufre estando de oyente y estando de intérprete, pero bueno, eso es lo que hay......

Saludos :adios:

Gusk20
 
Qui

Hay un hecho que es incontestable, y es que hoy en día (al menos en España... no sé como será en otros países) es imposible disfrutar de un concierto a causa de los ruidos de esos maleducados que, desgraciadamente, abundan más de lo que deberían. Está claro que, al igual que un solo cantante desafinado es capaz de desafinar el coro completo, una sola persona con un buen repertorio de toses, flemas, móviles, relojes, abanicos, caramelos de menta y ruidos varios puede perfectamente reventar un buen concierto. La pregunta es: ¿Cuando alguien nos está chafando un concierto tenemos que aguantarlo estoicamente o debemos llamarle la atención? También es cierto que estas personas suelen ofenderse e indignarse como si les hubieran mentado a la madre cuando se les pide por favor un poco de silencio en deferencia a los músicos y a los escuchantes.

Pienso que en como casi todas estas cosas la base del problema radica en el tremendo déficit cultural del que hacemos gala en nuestro país (quizá sea una excepción y yo lo idealizo, pero he asistido a dos conciertos y una ópera en Alemania y el silencio era escrupuloso, sepulcral y reverencial. Daba gusto). Ya que es imposible cambiar de un plumazo las costumbres de las personas, sino que requiere tiempo ¿No sería mejor que no se ofreciesen conciertos gratuitos? De esta manera evitaríamos que asistan a los mismos espectadores que van "por que es gratis" o "porque ya que lo ponen habrá que ir". Mirad, a una persona a la que le apetece escuchar un concierto determinado le da igual ir gratis o pagando tres euros (por poner una cifra). Puede que sea "fuerte" plantearlo de esta manera, pero igual que los derechos de los no fumadores han de prevalecer sobre los de los fumadores creo que los derechos de las personas que respetuosamente quieren disfrutar de un concierto no pueden verse pisoteados por la mala educación de unos pocos.

A modo de ejemplo esta anécdota: Teruel, hace algunos años ya en un concierto de piano y chelo de dos músicos rusos organizado por una caja de ahorros. Sala pequeña y acogedora llena de público (en su mayor parte venerables ancianitos que estaban allí porque "ya que es gratis"). Un matrimonio mayor con su nieta que tenía yo muy cerca ¡¡en medio del concierto se pusieron a merendar!! Pero no creáis que un simple bocadillo... ¡¡Si casi montaron el picnic con manta y todo!! Lo más triste de todo es que a pesar de que con los ruidos de la merendola que tenían organizada no dejaban escuchar prácticamente nada al resto de personas no les importaba lo más mínimo porque andaban muy ocupados produciendo sus ruidos particulares. Los dos músicos alucinaban. ¡País!

Aunque también es verdad que todos hemos visto conciertos de abono de alguna gran orquesta en los que, a pesar de pagar bastante dinero por las entradas, los susodichos ruidos molestos perturbadores se escuchan con la misma claridad. Los que carecen de educación se van a comportar igual pagando o gratis.

Y desde luego que no podemos eximirnos de nuestra responsabilidad. Si somos músicos y por ende personas con un supuesto buen nivel cultural uno de nuestros deberes, sobre todo como profesores, es el de inculcar a nuestros alumnos ese respeto y gusto por la música y por las artes en general. Aportemos nuestro granito de arena.

Este es un asunto de difícil solución ¿verdad?

Salud y suerte.
 
Efectivamente, difícil de solucionar. Mi postura suele ser tomar estas cosas con naturalidad. Por ejemplo, en un reciente concierto de música "quijotesca", aproveché la situación de varios niños correteando y haciendo el cafre por delante del escenario (qué culpa tendrían los críos y dónde estarían los padres-jámándose un pincho, probablemente-) para explicar cómo la guitarra barroca era, según Luis de Briceño, propia para cantar, tañer, danzar, saltar, correr, bailar y zapatear, teniendo por lo tanto unas connotaciones populares distintas de la "aristocrática" y más intimista vihuela.

En otro concierto, hace bien poco, comenzó a sonar el reloj de un espectador; debía ser de estos que tienen tantas funciones que no se sabe cuál es el botón que sirve para detener la alarma. Así que esperé un minuto y, cuando dejó de sonar, dije al público: "Bueno, pues son las nueve". Y continué con el concierto.

A mí me parece que, dado que es imposible que no suceda algo de esto, lo mejor es tomarlo con cierto humor para no desconcentrarnos. Se me ocurre que cuando suene un móvil, podríamos descalzarnos y contestar al zapatófono cual Anacleto guitarrista. Bueno, esto quizás sea demasiado.

Un saludo
 
Hola amigos,

Pues estoy totalmente de acuerdo con vosotros, pardiez!...como para no estarlo, vamos. Este tema, como bien decís es de, más que difícil, casi imposible solución, diría yo. Por que es que siempre, en la mayoría de los conciertos, va a haber presente algún/a desaprensivo/a que no le importe lo más mínimo hacer todo tipo de ruidillos, los cuales, en condiciones normales, pasarían desapercibidos, pero en el lógico silencio de una sala de conciertos se entera hasta el apuntador...

Recuerdo una ocasión hace años en la que toqué a dúo con una flautista. Se trataba de una sala muy pequeña y mal acondicionada para tal propósito de un Círculo Cultural muy modesto. Resulta que en mitad de una pieza, una pareja joven se salió de la sala, y al pasar junto a nosotros (a escasos centímetros) se nos quedaron mirando sonriendo y haciendo muecas...ver para creer!. Más tarde (y esto parece de cachondeo) el propio organizador del evento tiró de la cadena del water, que estaba situado muy cerca del escenario, provocando una "tormenta" que ya os podeis imaginar...ay!.

Bajo mi punto de vista, todo esto ocurre porque en este país sigue sin existir un verdadero RESPETO por el músico, y por el "clásico" ya no digamos...y el mal parte de que en realidad no se comprende en absoluto cual es nuestro trabajo ("si es que eso es un trabajo", como dice mucha gente aún) y, por extensión, no se nos toma en serio. Eso sí, y sin desmerecer, cuidado, una persona con traje que se pase metida en una oficina todo el día es muy distinto. Aunque no dé ni chapa, claro está. La diferencia estriba en que esto sí lo entienden y lo nuestro, no. Hasta oí decir una vez a un músico (profesor de un Conservatorio, añado) que ese había sido el estatus normal de los músicos toda la vida y que no tenía porqué cambiar. Que lo lógico y normal era, por ejemplo, tener que pagar por dar un concierto y casi pidiendo perdón...y el tío se quedó tan pancho!.

Queridos amigos, no sé si se podrá hacer algo contra este cáncer. Lo que está claro es que si nosotros mismos no lo atajamos con virulencia, se va a convertir en algo irreversible, si no lo es ya...

Saludos!
 
Efectivamente, Eduardo, esto es de muy difícil solución. El silencio no es respetado ni en los mismos conservatorios. En mis horas ya lejanas de estudio en el conservatorio, SIEMPRE recuerdo en una forma o en cualquiera de sus manifestaciones , todo tipo de ruidos, ruiditos y sonsonetes, a saber:

El tráfico: (El conservatorio de Barcelona se encuentra haciendo chaflán con la calle Valencia, una de las más transitadas de la ciudad, léase entonces bocinas y sirenas cada cinco minutos, además del zumbido constante del ir y venir de los vehículos motorizados)

Los instrumentos de las aulas colindantes con tu aula de estudio: podían ser tranquilamente una tuba o una formación de metales , e incluso como me pasó una vez, una formación de acordeones (espantoso)

Las salidas de clase de las asignaturas colectivas: rumores y rumorcillos, con ambiente de fiesta los viernes.

La escasa o nula insonorización del edificio y de sus aulas, y el constante trasiego de gente fruto de la saturación de las aulas.

Propongo el silencio en sus diferentes formas y manifestaciones abstractas, figurativas y artísticas como asignatura obligada y principio básico de la higiene musical del país.


Salud
 
Joaquim:

En mi Conservatorio casi siempre hay un pianista tocando en un aula contigua al auditorio, cosa que molesta tanto que te paras a escuchar lo que estan tocando, ya que es inevitable (al menos lo hizo Alex Garrobé durante el concierto que dio en Sevilla a finales de noviembre de 2004, dijo "al menos estamos en la misma época, menos mal se lo tomó con buen sentido del humor), y qué me decís de las obras? Sevilla siempre está en obras........desde taladros, gritos de albañiles (killooooooooooooo pasame el martilloooooooooooooooooooo) mientras tu tocas en la audición, etc etc...

Saludos :adios:

Gusk20
 
Última edición:
Joaquim Salinas dijo:
Propongo el silencio en sus diferentes formas y manifestaciones abstractas, figurativas y artísticas como asignatura obligada y principio básico de la higiene musical del país.


Salud

Muy de acuerdo con tu propuesta Joaquim, y no solo para la higiene musical de tu país, sino también del mío.
Creo que aún no sabemos escuchar y guardar silencio,(no solo en la música sino en la comunicación diaria) No creo que un concierto de guitarra o de músical clásica tenga que ser solemne y serio como condición para ser bueno, pero si se necesita de un mínimo de condiciones para que el protagonista fundamental del concierto (la música) pueda ser apreciado como se debe.
 
Yo creo que el problema es algo más profundo de lo que planteamos.
¿Sabíais que España es uno de los países más contaminados acústicamente de Europa?. Yo vivo en Extremadura, una de las comunidades más despobladas del país. Concretamente en el pueblo de 2000 habitantes en el que vivo yo, la gente no habla, grita. En los Institutos, los pasillos son un verdadero griterío, los chavales pasan chillando de un ala a otra, y el concepto de molestia no existe, es decir, nadie tiene derecho a sentirse molesto contra quienes berrean. En las aulas, hay que sacar el carácter para mantener a la gente más o menos en silencio, y en los pueblos, en cualquier parte, la discoteca móvil, que se monta en un momento y a cualquier hora, es la forma habitual de fiesta.
Vivimos la cultura del berrido; cualquiera puede pasar por la calle a las cuatro de la mañana dando voces, pero no cantando ni nada parecido, sino "becerrando". Y el problema es que considerar que esto no se debe hacer, es tomado como un atentado contra las libertades individuales de la persona.
Creo que una vez más, estas ideas vienen de la maniobra de los poderosos; a un pueblo al que no se le puede dar un trabajo en condiciones, donde los sindicatos son inoperantes y el estatuto del trabajador está por los suelos, el darle fiestorro barato y guarro es una forma de hacerle creer que ha conseguido unos logros sociales que no ha conseguido. Degrádales la sanidad y la Educación y no pasará nada, pero si les quitas la discoteca móvil, el botellón y el vocerío, considerarán que has vulnerado sus derechos más íntimos.
Parece a priori que esto no tenga mucho que ver con lo que nos ocupa, pero analizad un poco el extracto social y cultural de quienes arman jaleo, ya sea en la calle, en los edificios oficiales o en los conciertos, y comprenderéis lo que os digo.
En España, el ruido no molesta, no tenemos derecho a tal cosa. Así que preparaos, porque como no haya un cambio muy importante en la sociedad -creo que no hay mucho interés en que lo haya-, vamos "daos".

Un saludo a todos.
 
Rodolfo José Rodríguez dijo:
Yo creo que el problema es algo más profundo de lo que planteamos.
.
. Degrádales la sanidad y la Educación y no pasará nada, pero si les quitas la discoteca móvil, el botellón y el vocerío...

Un saludo a todos.

Y el fútbol, amigo Rodolfo, y el fútbol........



SAlud
 
Rodolfo José Rodríguez dijo:
Yo creo que el problema es algo más profundo de lo que planteamos.
¿Sabíais que España es uno de los países más contaminados acústicamente de Europa?. Yo vivo en Extremadura, una de las comunidades más despobladas del país. Concretamente en el pueblo de 2000 habitantes en el que vivo yo, la gente no habla, grita. En los Institutos, los pasillos son un verdadero griterío, los chavales pasan chillando de un ala a otra, y el concepto de molestia no existe, es decir, nadie tiene derecho a sentirse molesto contra quienes berrean. En las aulas, hay que sacar el carácter para mantener a la gente más o menos en silencio, y en los pueblos, en cualquier parte, la discoteca móvil, que se monta en un momento y a cualquier hora, es la forma habitual de fiesta.
Vivimos la cultura del berrido; cualquiera puede pasar por la calle a las cuatro de la mañana dando voces, pero no cantando ni nada parecido, sino "becerrando". Y el problema es que considerar que esto no se debe hacer, es tomado como un atentado contra las libertades individuales de la persona.
Creo que una vez más, estas ideas vienen de la maniobra de los poderosos; a un pueblo al que no se le puede dar un trabajo en condiciones, donde los sindicatos son inoperantes y el estatuto del trabajador está por los suelos, el darle fiestorro barato y guarro es una forma de hacerle creer que ha conseguido unos logros sociales que no ha conseguido. Degrádales la sanidad y la Educación y no pasará nada, pero si les quitas la discoteca móvil, el botellón y el vocerío, considerarán que has vulnerado sus derechos más íntimos.
Parece a priori que esto no tenga mucho que ver con lo que nos ocupa, pero analizad un poco el extracto social y cultural de quienes arman jaleo, ya sea en la calle, en los edificios oficiales o en los conciertos, y comprenderéis lo que os digo.
En España, el ruido no molesta, no tenemos derecho a tal cosa. Así que preparaos, porque como no haya un cambio muy importante en la sociedad -creo que no hay mucho interés en que lo haya-, vamos "daos".

Un saludo a todos.
Amigo Rodolfo
Si le quito el nombre de España a la cita que está arriba de estas palabras podría pensarse que estamos hablando de mi país dónde similar cosa ocurre . No es que quiera ser "malinchista" sino que estos problemas de educación ocurren no solo en tu país sino en el mío también.
Amigo Joaquim:
Desde luego que el futbol también es algo que no se podría quitar junto a la programación de "el Canal de las estrellas" y de la TV Azteca con todas sus telenovelas y realitis y las caricaturas importadas pa los chavitos.
Insisto, no nos han enseñado a escuchar y a disfrutar de lo que escuchamos. Óímos con pasividad sin concentración y por ello aceptamos arte de nivel mediocre y la educación musical en la persona promedio es muy limitada.
 
¿Sería mucho pedir poner detectores de caramelos de menta en los accesos de los auditorios? Seis minutos ha tardado la señora que tenía yo delante en pelar uno en plena "marcha funebre" de la 3ª Sinfonía de Beethoven.
 
Al hilo de este tema yo pienso que muchas veces el mal esta en casa, es decir en los propios conservatorios, si en ocasiones un profesor no muestra respeto por quien toca el alumno que lo ve menos. En mi caso particular me paso haciendo un examen de piano complementario en el que tenia un tribunal que no paraba de hablar y ni siquiera era de lo que yo interpretaba en ese momento, pues en un momento determinado una persona del tribunal se levanto y comenzo a bajar una persiana cuando no habia terminado de tocar, ademas de permitir los constantes cuchilleos de los crios que habia en la audicion, con estas muestras de respeto de determinados "profesionales de la musica" no me estraña que pase lo que pasa , lo comente a un compañero y me dijo que eso solia pasar y no quiero que se tome como una generalizacion, pues conozco proferores que sienten un respeto absoluto por la musica y sus imterpretes ademas lo intenten transmitir a sus alumnos. Espero que en otros conservatorios se den mas muestras de respeto hacia la musica y sus interpretes e intentemos acabar con este mal dentro de casa.
 
quiciera compartir algo muy gracioso que me ocurrio hace algunos ayeres ofreci un recital en el cual una chica llevo a su pequeño perro y mientras tocaba el choro 1 de villalobos aunque "usted no lo crea" el perro estaba roncando totalmente dormido y de pie, una a cosa de esas que pasan jajajaja!!! suerte:niidea:
 
Re: Qui

Hay un hecho que es incontestable, y es que hoy en día (al menos en España... no sé como será en otros países) es imposible disfrutar de un concierto a causa de los ruidos de esos maleducados que, desgraciadamente, abundan más de lo que deberían.

Pienso que en como casi todas estas cosas la base del problema radica en el tremendo déficit cultural del que hacemos gala en nuestro país (quizá sea una excepción y yo lo idealizo, pero he asistido a dos conciertos y una ópera en Alemania y el silencio era escrupuloso, sepulcral y reverencial. Daba gusto).



Comentario merecen tan acertadas palabras.

El respeto ante las manifestaciones artísticas o la sensibilidad musical no se pueden comprar, ni tampoco regalar.

La formación cultural se adquiere y desarrolla desde la infancia misma de la persona, siendo el ambiente que la rodea determinante en su formación.

La incultura no puede generar cultura. Los niños/as toman ejemplo de lo que ven y oyen. Y lo que perciben, generalmente, es un ambiente hostil ante la Música Clásica.

Es un hecho constatado que algunos países están a una inmensa distancia cultural del nuestro. Esto es una realidad.

Pero también es cierto que siempre hay personas, en todos los países, conscientes de las carencias culturales de su sociedad, las cuales deben estar dispuestas a luchar contra la apatía y la adversidad. Esta ingrata responsabilidad recae en primera instancia en las personas de más formación cultural.

Seamos conscientes de nuestra posición y de las obligaciones morales que implica la posesión de la cultura.

No debemos ni podemos pretender que "ciertas personas" (caben aquí todas las alusiones y casos comentados) perciban el hecho artístico con la misma mirada que "nosotros" (caben aquí las personas que se consideren cultas).

Quizá un determinado concierto puede hacerse demasiado "largo" para algunas personas y, entonces, puede suceder que se aburran (no lo pueden evitar) porque se han "equivocado" de lugar. Quizá debieran estar escuchando una música popular que entiendan mejor y les guste más o haber elegido un concierto que conozcan y puedan apreciar.

Pero, en principio, todos tienen derecho a asistir y en la sala pueden confluir todo tipo de personas y gustos.

Lo cierto es que una vez iniciado el concierto todos los asistentes forman parte de él. Es obligación y muestra de respeto el silencio individual y la escucha atenta. Pero en ocasiones esto no ocurre así.

¿Qué hacer ante casos como los comentados?

En mi opinión se puede sugerir con el máximo tacto posible más silencio o respeto a una persona (cercana) que nos incomoda, pero una sola vez. Muy importante. Se puede probar por si la persona no es consciente de las molestias que provoca, pero una vez expresada nuestra pequeña demanda de nada servirá insistir (como mucho puede empeorar la situación). Las personas que así actúan lo hacen por incultura o falta de educación y no se puede pretender cambiar a nadie al momento.

Intentemos disfrutar de los conciertos a los que asistimos, pero no pretendamos que todos los asistentes acudan a ellos con el mismo interés y expectativas que nosotros, porque, sencillamente, no todas las personas tienen ni la misma formación ni los mismos gustos musicales.

Que en algunos casos falta educación. De acuerdo.

Seguro que en alguna ocasión a más de uno/a le ha tocado resignarse y perderse parte de un concierto. Pues nada, a esperar al próximo con ilusión. Quizá sea una forma de valorar más los conciertos de los que salimos plenamente satisfechos/as.

Para finalizar, dejar aflorar una idea que se ha ido gestando palabra a palabra:

Mucho me temo que quien quiera disfrutar de un concierto completo en un ambiente de máximo respeto y silencio, y además pretenda que esto sea un hecho habitual, tendrá que buscarlo en los países donde la Cultura es un hábito, una necesidad y una forma de vida, porque en el nuestro no lo va a encontrar.


Se despide cordialmente:


leromantique
 
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