¡Hola todos!
Llevo tiempo repasando este hilo porque pensaba que este tema daría mucho juego, pero veo que nadie ha aclarado las dudas del amigo Carlos Paul.
En el arte de la guitarrería, las maderas, siempre que ello sea posible, deben ser cuidadosamente escogidas por el propio guitarrero. No hacerlo así y confiar en la compra “on line” o por encargo, supone llevarse muchas decepciones, no porque le engañen a uno (que también podría suceder), sino porque lo que nos llega por encargo, a menos que quien hace el envío conozca mucho las exigencias y manías del comprador, raras veces supera nuestras expectativas y pocas veces cumple con ellas. Por ello, lo mejor sería esperar a acumular un buen pedido y desplazarse a cumplimentarlo personalmente en el almacén y poder elegir así las maderas una por una tras una rigurosa inspección de las mismas, sirviéndonos para ello de nuestros sentidos y de algunos elementos auxiliares que sean a la vez sencillos y portables.
Bueno será también conocer en el comercio a algún empleado relacionado con las ventas que llegue a ser persona de nuestra confianza y en la que poder delegar esta operación cuando nosotros no nos podamos desplazar al establecimiento para poder realizar la compra personalmente.
Lo primero que hemos de tener muy claro es qué maderas queremos y por qué. Ello implica tener unos conocimientos mínimos en la materia y conocer también aquellas propiedades de las maderas que las hacen más idóneas para la construcción de guitarras, propiedades que debemos valorar y medir, si ello es posible, durante la inspección de las maderas en el almacén.
Nuestro compañero en el foro, Carlos Paul, preguntaba en su primera intervención cómo hacerlo y con qué elementos de valoración y medida contamos para ello. Y eso es lo que voy a exponer aquí.
Hay características, propiedades y cualidades en las maderas que podemos evaluar con esas herramientas tan personales como son nuestros sentidos, especialmente la vista, el tacto y el oído. También el olfato nos puede dar alguna información sobre lo reciente del corte de las maderas y el tiempo o grado de secado de las mismas, especialmente en aquellas más aromáticas, como el ciprés, la caoba, el nogal o el mismo palisandro.
La vista, además de la belleza de la madera, no sólo nos permite observar la regularidad de la trama, la radialidad del corte, la dirección de las vetas y la abundancia de las mismas, sino también la presencia de manchas, los defectos de corte, la irregularidad de las superficies y la posible contaminación por hongos.
El tacto nos informa de la consistencia, de la resistencia a la presión y al doblado longitudinal (mejor no hacer pruebas de doblado transversal en el almacén…), así como de la resistencia a la tracción transversal y al ligero raspado con la uña. Todo ello, sumado al grado de secado, nos informa de la estabilidad.
El oído, finalmente, nos permite apreciar el sonido originado al golpeteo con la uña, con el nudillo de los dedos o con la yema de los mismos; y ese sonido, sumado a la sensación de las vibraciones apreciadas por el tacto de la mano que sujeta la pieza, nos informa no sólo de la rapidez y potencia de la respuesta sonora, sino también de la capacidad de transmisión del sonido de cada madera en particular.
Sólo nos quedaría por utilizar el sentido del gusto, sentido que yo no uso para esta operación, pero si alguno tiene suficiente experiencia en los distintos sabores de las maderas, no hay ningún inconveniente en que les dé algún lametón (es broma).
La experiencia en estas valoraciones del guitarrero va creciendo con la práctica y con el paso de los años, sobre todo porque en aquellas maderas que finalmente adquirimos, podemos comparar después la concordancia de los datos apreciados en esta primera valoración con los que nos aportan el hecho de trabajar con ellas, los resultados estructurales del instrumento una vez construido y las posteriores propiedades sonoras alcanzadas por el mismo.
Finalmente, de manera complementaria, todas estas exploraciones se pueden potenciar mediante el uso de elementos auxiliares que nos permitan afinar más en nuestras observaciones, sin que se trate de medios muy sofisticados que precisen de tecnología especial para su uso. Yo me quedo con los tres que muestro en la fotografía:
- Un macillo de cémbalo (o similar), que nos permita percutir la madera por ambos extremos, uno más duro y otro amortiguado (el de la fotografía está hecho a partir de un radio de bicicleta en acero inoxidable).
- Un diapasón de percusión.
- Y… una lupa, elemento que considero muy importante (en la foto os la he puesto muy grande para resaltar su importancia, aunque yo uso una más pequeña y dotada de mejor resolución).
En alguna publicación he podido leer que se recomendaba usar también un fonendoscopio (lo que los médicos utilizamos para auscultar), pero creo que quien aquello escribía no debía tener mucha idea de lo que se podía hacer con el fonendo, ya que la imagen que acompañaba al comentario era la de un fonendoscopio de “membrana” y ese tipo de fonendo sólo se recomienda para las superficies de la piel del cuerpo que sean depresibles y con escaso vello, como la de las regiones del tórax, de la espalda y especialmente del abdomen. En todo caso, para poder auscultar la madera podrían haber mostrado la imagen de un fonendo antiguo, de los de “campana” con reborde de goma, aunque aun así no acabo de comprender qué es lo que se pretende explorar con el fonendo en relación al futuro comportamiento de la madera.
En cuanto al uso de esos medios auxiliares que he mencionado, puede sernos de gran utilidad, ya que:
- El empleo del macillo puede reforzar el efecto de percusión de las uñas o de la yema de los dedos, según el extremo que se emplee.
- El apoyo del diapasón de percusión en distintas zonas de la madera una vez excitado, nos permite valorar muy bien la vibración generada en la misma, su volumen, la transmisión sonora a lo largo y ancho de ella y sobre todo el “sustain” de la pieza de madera.
- Y el uso de la lupa, para terminar, nos permite observar con mayor detalle la superficie de las maderas, la trama y la textura leñosa, la cantidad y calidad de las vetas, la naturaleza de las manchas, la posibilidad de colonización o contaminación fúngica y sobre todo la presencia de posibles rajas iniciales en la madera, no apreciables todavía con la visión normal.
Todos los datos recogidos con estas comprobaciones realizadas de forma sistemática, muchas veces y con los mismos medios a lo largo de los años de profesión, le sirven al guitarrero para conocer los diferentes patrones de comportamiento que se repiten en cada una de las maderas y le ayudan a conseguir un criterio personal de valoración de las mismas, que resulte orientador y fiable a la hora de la adquisición de dicho material.
Bueno, creo que eso es todo por ahora.
Saludos.