Muchas gracias por tus palabras (y por las guitarras, naturalmente), Rodolfo. La visita fue un verdadero placer y nos sentimos tratados a cuerpo de rey desde la llegada hasta la partida.
Han pasado 24 horas desde mi regreso a Zaragoza y ya he tenido tiempo de "jugar" con mi guitarra.
Se comporta como debe, que es muy bien. El sonido es realmente equilibrado, bien compensado en agudos y poderoso en los graves (sin olvidar que estamos hablando de una guitarra romántica y por tanto no puede sonar como una Smallman -ni tampoco lo pretendemos, por otra parte-). Es muy dulce y realmente me he sentido identificado con ella desde el primer momento.
Ambas guitarras son mellizas, pero su temperamento ha salido bien distinto ya desde el instante mismo de nacer. Apenas empezando a probarlas en el taller de Rodolfo ya vimos que sonaban realmente diferentes entre ellas. Ni mejor ni peor la una o la otra, pero bien distintas. Mi morena quizá es un punto más poderosa en el registro medio y grave, pero la rubia tiene una brillantez en los agudos realmente reseñable. Ambas son magníficas, de cualquier modo.
La cuestión meramente estética ya la dejo al gusto de cada uno. A mí me gustaban más los aros y el fondo bien oscuros y por eso elegí en su día esas maderas. Mi compañero de conservatorio quería todo lo contrario y por eso se decantó por el arce rizado. Visualmente, la mía es quizá más "poderosa" por el contraste entre maderas claras y oscuras, pero la de Pepe brilla como un espejo y tiene una claridad y un dibujo de maderas verdaderamente espectacular.
La comodidad al tocar es total. Se hace realmente sencillo el manejo de la mano izquierda sobre ella y se ve que admitirá bien tensiones algo mayores de cuerdas sin notarse demasiado la diferencia en cuanto al trabajo requerido para pisar. Ahora comienza el tiempo de experimentar al respecto y poco a poco encontraremos cada uno la combinación de calibres y tensiones que consideremos ideal para nuestros respectivos instrumentos y maneras de tocar.
El trabajo de mano derecha cuesta un poco más, pero esto es achacable al propio tamaño de la guitarra y a tener, por sus características, menor necesidad de tensión en la mano para pulsar las cuerdas. Al ser tan pequeña de caja (y eso que hay Lacôtes de dimensiones más reducidas, especialmente en el ancho de aros), es necesario cambiar un poco el apoyo del brazo para no meterse a pulsar demasiado hacia el diapasón. Nada que no se solucione con unos días de aclimatación.
Me sorprende mucho (y muy gratamente) la capacidad para cambiar el timbre a lo largo de la cuerda. Hay guitarras en las que cuesta percibir un cambio continuo de color cuando pulsas en diferentes lugares, pero en esta guitarra el timbre varía gradualmente desde la zona más cercana al diapasón hasta el mismo puente y todo ello sin estridencias y sin necesidad de cambiar la articulación/pulsación. Ahora es ya cuestión de encontrar el punto idóneo para tomarlo como base y adaptarse a esa posición.
Y en cuestiones crematísticas aquí no voy a entrar, que sería cuestión bastante descortés. Pero sí diré que si además de buenas y bonitas, tienen un precio ajustado, pues miel sobre hojuelas...
Esto es ya algo puramente sentimental, evidentemente. Pero me gusta también el hecho de saber todos y cada uno de los sonidos que salgan de la guitarra llevarán el nombre de Anadelia, mi madre, fallecida hace tres años. Por ella bauticé así a la guitarra y a ella irá dedicada cada nota.
Salud y suerte.