Carta de Beethoven

Maribel Alcolea

Moderadora
Puedo decirte que me siento mejor y más fuerte, aunque mis oídos siguen zumbando y mugiendo día y noche. Debo confesarte que llevo una vida miserable. Hace casi dos años que evito tratar a la gente, porque me resulta imposible decirles: estoy sordo...Para darte una idea de esta extraña sordera te diré que, en el teatro, tengo que ponerme muy cerca de la orquesta para entender lo que dicen los actores; si me pongo lejos, no puedo oir las notas agudas de los instrumentos y de las voces...Si todo es posible desafiaré a mi destino, aunque presiento que a lo largo de mi vida seré la más desdichada criatura de Dios......Resignación.¿Qué espántoso recurso! Sin embargo, es lo único que me queda.

(Beethoven: Cartas)
 
Año 1800 (a Amenda)

Mi querido, mi cordial, mi bonísimo Amenda! No me hago grandes ilusiones sobre la curación de mi sordera. Las enfermedades de esta clase son las mas incurables. Mi vida actual no puede ser mas triste: de una parte, verme obligado a huir de todo lo que me es grato, y de otra, hallarme rodeado de gentes miserables y egoístas. A partir del año último Lichnowsky, el único del que puedo fiarme, me ha constituido una pensión de seiscientos florines. Con esto y los buenos ingresos de mis obras, puedo vivir sin la preocupación del pan cotidiano. Todo lo que compongo lo podría vender inmediatamente a cinco editores y ademas bien pagado...
Guarda la más completa reserva acerca de lo de mi oído ¡Por Dios, no lo digas ni a las personas de tu mayor intimidad! Escríbeme con frecuencia. Por breves que sean tus cartas me producen gran consuelo, me hacen mucho bien...

(Epistolario de Beethoven)
 
Viena 29 de junio de 1800 (a Wegeler)

Querrás conocer algunos pormenos de mi situación actual. No me va mal del todo. Lo que compongo me produce mucho. Bien pudiera decir que superan los pedidos a mi capacidad de producción. Para cada obra se me presentan ofertas halagüeñas de seis, siete editores, y a veces más. Y ya no regatean conmigo; pido lo que me parece, y pagan sin protesta. Si algún amigo se encuentra apurado y el estado de mi bolsillo no me permite auxiliarle enseguida, me agarro al papel de música, y en un abrir y cerrar de ojos libro de cavilaciones al necesitado. Ademas, soy menos dilapidador que antes. He dado ya varios conciertos, y si me estableciese aquí definitivamente llegaría a celebrar por lo menos uno todos los años. Lo malo es que el diablo envidioso, o sea mi mala salud, me embaraza el camino. Mi oído se debilita gradualmente desde hace ya tres años. Yo creo que ello debe provenir de mi padecimiento del vientre, que, como recordarás, ya me molestaba mucho en tiempos, y que al presente ha empeorado. Tengo evacuaciones constantes, y como consecuencia me debilito en términos que asustan...
Para darte una idea de mi extraña sordera, te diré que en el teatro tengo que echarme de bruces sobre la barandilla de la orquesta para oir a los cantantes. Suele ocurrir, a pesar de todo, que, aun hablándome quedo, oigo un poco; en realidad sólo percibo los sonidos, jamás las palabras. Y, en cambio, si alguien grita, no puedo soportarlo ¿Cuál habrá de ser la solución de esto? Sólo el cielo lo sabe.
 
(a Wegeler, continuación)

Ni por un segundo me olvido de mis queridos y excelentes amigos aunque no les dé noticias mías. Ya sabes de antiguo que esto de escribir no es precisamente mi fuerte. Mis mejores amigos no han recibido carta mía durante el año. No vivo más que para la música; apenas he terminado una obra, y ya me tienes empezando otra. En la forma que ahora compongo no es raro que tenga tres y cuatro cosas a la vez en plena marcha.
Escríbeme más frecuentemente. Yo, a mi vez, procuraré encontrar tiempo de contestarte. Adiós, mi querido, mi fidelísimo Wegeler. Ten plena seguridad del cariño y de la amistad de tu BEETHOVEN.
 
Todavía joven, Beethoven se propuso escribir algunas improvisaciones sobre partituras de Pergolesi. Durante meses se dedicó a este trabajo y finalmente reunió el valor necesario para hacerlo público.
Un crítico escribió una página entera en un periódico alemán en la que atacaba con ferocidad la música del compositor. Beethoven, no obstante, no se arredró ante los comentarios. Cuando sus amigos le insistieron en que respondiera al crítico, él apenas comentó:
-Lo que tengo que hacer es continuar con mi trabajo. Si la música que componga resulta tan buena como pienso, sobrevivirá al periodista. Si tiene la profundidad que espero que tenga, sobrevivirá al propio periódico. Entonces, si este ataque feroz a lo que hago es recordado en el futuro, será apenas para recordar la imbecilidad de los críticos.-

Más de cien de años después, la susodicha crítica fue recordada en un programa de radio de una ciudad de Brasil.
 
Debemos agradecérselo a Maribel Alcolea por exponer el tema. Y por supuesto al músico sordo mas genial que nunca existirá.


Saludos
 
La señora Helene von Breuning, viuda de un consejero de la corte, se había quedado sola con cuatro hijos que educar. De acuerdo con la costrumbre de la época, quería que se les impartiera lecciones de piano a sus dos hijos mas pequeños: Eleonore y Lorenz. Se dirigió con este motivo a un joven amigo de la familia, Franz Wegeler, rogándole que le indicase un posible maestro. Franz era un estudiante de medicina en la universidad de Bonn y uno de los poquísimos íntimos de Beethoven. Y le hablo al respecto al joven músico, que aceptó de buen grado la propuesta.
La señora Von Breuning acogió a Ludwing muy afectuosamente y él quedó fascinado de inmediato, no sólo por su refinada inteligencia y cultura, sino también por su delicada belleza. En cuanto a su hija Eleonore, llamada Lorchen en famililia, y dos años más joven que él, puede tranquilamente afirmarse que había heredado las mejores dotes de la madre. Entre los dos jovenes se desarrolló de inmediate un inocente sentimiento amoroso y Ludwig, ya menos taciturno y triste, se dedicó por vez primera a impartir con agrado las lecciones de piano. En 1802, Lorchen se convertiría en mujer de Franz Wegeler, pero entre los tres habriá de permanecer a lo largo de toda la vida una profunda amistad, tal como lo atestiguan las numerosas y afectuosas cartas de Eleonore y Franz al <<viejo y fiel amigo>>: <<alter treuer Freund>>.
En tanto Ludwig impartía las lecciones de música a Lorchen y Lorenz, la madre de ambos jóvenes estimulaba los intereses del joven maestro con frecuentes lecturas y discusiones. En su casa se conversaba sobre arte, filosofía y literatura y se leía a poetas y dramaturgos como Schiller, Shakespeare y Goethe. En las reuniones participaba asimismo el hijo mayor de la señora Helene, Stephan, coetáneo de Beethoven que en Viena habría de convertirse posteriormente en uno de sus mejores y mas fieles amigos.
Muchos años después, Franz Wegeler describiría así las relaciones existentes entre el joven Ludwig van Beethoven y la casa Von Breuning: <<Se le trató de inmediato como miembro de la familia, y pasaba en la casa no sólo la mayor parte del día, sino que con frecuencia también la nocre. Allí se sentía libre, allí se comportaba con desnvoltura, todo concurría a darle contento y a desarrollar su personalidad. Mayor que él en cinco años, yo estaba capacitado para advertirlo así y apreciar el hecho. La señora Von Breuning ejercía total dominio sobre aquel muchacho a menudo extravagante y arisco>>.
 
A LEONORA DE BREUNING

Extrema sorpresa me ha causado su envío de la primorosa corbata, obra de tan bellas manos. Por agradable que me haya sido el obsequio, he de confesarle que me produjo cierta melancolía. Evocaba en mi el recuerdo de tiempos pasados. Su generoso proceder me sonroja un poco. Para hablarle con franqueza, no creía ser aún digno de un recuerdo suyo. ¿Ah si usted hubiera podido ser testigo de mi emoción al recibir ayer su regalo, seguramente no estimaría exagerado esto que voy a decirle, y es que lloré como un niño y que me puse muy triste! Le aseguro a usted, amiga mía (permítame que por tal la tenga siempre), que he sufrido mucho, y aún sigo sufriendo, ante el temor de perder su amistad. Nunca podré olvidar lo que debo a usted y a su madre.
Como pequeña prueba de mi inextinguible afecto, me tomo la libertad de enviarle con la presente estas Variaciones y el Rondó para violín y piano. Como mi original apenas es otra cosa que un simple esbozo, habría sido difícil incluso para el habilísimo Paraquin (Contrabajista en la orquesta del Elector de Colonia, en Bonn) sacar una copia de la obra. Si le place puede usted encargar una copia del Rondó, y luego remitirme mi manuscrito.
Adiós, amiga mía. No puedo llamarla de otro modo. Por indiferente que pueda serle, sepa que conservo para su madre y para usted el mismo respeto de siempre. Si en algo puedo contribuir a hacerle agradable la vida, le ruego no lo olvide. Que haga usted felicísimo viaje y que logre recuperar la salud su querida madre. Dedique de vez en cuando un recuerdo a este amigo que la quiere y respeta siempre,

BEETHOVEN
 
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